-Textos:
-Cant 3, 1-4
-Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9
-2 Co 5, 14-17
-Jn 20, 1-2. 11-18
“Buscaba al amor de mi alama: lo busqué y no lo encontré”
Los deseos
buenos, qué gracia tan grande!
“Mi alma está sedienta de ti, mi alma tiene
sed de ti…”. “Como suspira la cierva…”
Principio y
fuente de nuestra vocación. Testimonio para el mundo. Porque nos hiciste, Señor
para ti…
Pero los
deseos pueden apagarse: las experiencias negativas, al caer el vigor de nuestro cuerpo… Los buenos
deseos, hay que alimentarlos y hay que llevarlos a la práctica.
Mª
Magdalena: Perseverante en y alentando y alentada por los buenos deseos,
sobreponiéndose al desaliento y a las contrariedades…
“¡María”: “Rabboní”
Jesucristo
no defrauda los deseos que él mismo ha despertado en nuestro corazón… Pero
Jesucristo pide que no nos quedemos anclados en el encanto de nuestros deseos. Nos
pide que estemos abiertos a lo nuevo, a la transformación de nuestros deseos.
“No anteponer nada al amor de Cristo”: “Nos apremia el amor de Cristo” ¡Qué gracia tan grande la de san Pablo! “Cristo murió por todos, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para el que
murió y resucitó por nosotros”.
“Suéltame”: Podemos alcanzar esta gracia, si
la pedimos, la meditamos: si estamos dispuestos a aceptar el desgarro de
desprendernos permanentemente de nuestros deseos y de nuestras necesidades, y
nos vaciamos, y nos dejamos impactar por el amor a Cristo crucificado.
“Anda, ve a mis hermanos”: El deseo de Dios se transforma en amor a Cristo y Cristo crucificado. El amor a Cristo y Cristo crucificado, nos envía al amor a los hermanos.)