-Textos:
-Ex
32, 7.11. 13-14
-Sal
50, 3-4. 12-13. 17. 19
-1
Ti 1, 12-17
-Lc
15, 1-32
El evangelio de este domingo es muy largo y también
muy conocido, pero merece la pena
escucharlo con calma, dedicarle tiempo, ahora y en otro momento del día
o de la semana. Sobre todo merece la pena orarlo, hacer un tiempo de oración
con él.
A este
capítulo quince de San Lucas se le ha llamado el “corazón del evangelio”. Porque
en este capítulo se concentra la buena
notica por excelencia: la ilimitada, inimaginable e increíble misericordia de
Dios.
Dios es amor y Dios cree en el amor, cree en su amor,
cree en su amor infinito. Y cree también en la capacidad del hombre para
percibir y reaccionar ante el amor de Dios. Jesucristo, hombre e Hijo de Dios,
conoce perfectamente a su Padre Dios. Y Jesucristo, en estas tres parábolas que
vamos a escuchar, revela magistralmente
el amor y la misericordia de Dios, con palabras humanas que iluminan la
inteligencia, llegan a los sentimientos y tocan el corazón.
En las tres parábolas el protagonista es Dios mismo,
manifestando, a corazón abierto, alegría, amor, misericordia y perdón; Dios que
se desvive por buscar a la oveja descarriada, a la moneda perdida, al hijo que
abandona la casa y encuentra solo soledad y desengaño.
Un Dios que en su manera un tanto desconcertante de
actuar, demuestra cuánto a él le merece la pena el ser humano, la criatura
humana; por más que sea rebelde, soberbia, pecadora y limitada. Un Dios que
apuesta por el amor y la misericordia, para despertarnos a amar y a que nosotros practiquemos
misericordia.
En la oración, que hagamos, lo más importante es que
contemplemos a Dios, pero también es
necesario que tratemos de vernos representados en cada uno de los personajes
que Jesús retrata en esta preciosa y reveladora página que ahora vamos a
escuchar.