-Textos:
-Is 5, 7-10
-Sal 95
-1 Co 9, 16-19. 22-23
-Mt 28, 16-20
“Id y haced discípulos de todos
los pueblos”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Celebramos
la fiesta de nuestro paisano navarro San Francisco Javier, patrón de las
misiones de la Iglesia Católica, Junto con Santa Teresa del Niño Jesús, patrón
también de Navarra.
Sería
provechoso para nosotros preguntarnos
por qué tenemos devoción a San Francisco Javier. Quizás hay alguno entre
nosotros que ha estado en las misiones o tentado a ir a las misiones. En este
caso, sin duda, habrá rezado a nuestro santo y habrá meditado muchas veces el
ejemplo de vida que para ser buen misionero le ofrece San Francisco Javier.
No me cabe
duda de que también algunas de vosotras, hermanas benedictinas, desde vuestra
vocación contemplativa habréis sentido la llamada a orar por las misiones y por
los misioneros y misioneras, urgidas por el ejemplo y las cartas que conocemos
de San Francisco Javier, que tanto han contribuido a despertar el espíritu
misionero que todos tenemos que ejercitar desde nuestra vocación de bautizados
cristianos.
Pero aún
aceptado estos casos, creo que tiene sentido que todos nos hagamos esta
pregunta: ¿Por qué tenemos devoción a San Francisco Javier? Sin duda,
encontraremos en nosotros motivos limpios, como por ejemplo, porque nos
despierta y estimula el acordarnos de las misiones y de los que están
trabajando en esos territorios. Pero sin duda, también que encontraremos en
nuestro interior motivos menos limpios, mezclados con el orgullo y la
autosatisfacción de tener un navarro tan famoso y universal, tan
apasionadamente entregado a la causa de Cristo y de su evangelio, en la que él
creía, y tan valiente y esforzado para recorrer con tantos riesgo puertos y
mares desconocidos y desconocedores de Dios y de la fe católica.
Estos
motivos acertados y justificados pueden dar lugar a que admiremos a san Francisco Javier, pero que no nos
sintamos comprometidos a imitarlo. San
Francisco Javier admirado pero no imitado.
Conviene,
por eso, que estas mañana y ante la palabra de Dios que hemos escuchado
ahondemos en nuestras peguntas. Por ejemplo: San Pablo nos dice en la segunda lectura: ”El hacho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más
remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el evangelio! San Francisco Javier no
puede pasar sin anunciar el evangelio,…
y nosotros quizás callamos nuestra fe, por no desentonar de lo que se está
hablando u opinando en la conversación en la que participo. En la primer
lectura, el profeta Isaías grita: “! Qué
hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz y trae la
buena noticia (el evangelio)! Y muchos de nosotros callando en la calle, en
el trabajo o entre amigos callando mi parecer cristiano o lo que enseña la fe
católica por no “desentonar”, pecando de omisión.
Y vamos al
evangelio: “Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo
que os he mandado”.
Este
mandato de Jesús, sin duda alguna explica las razones profundas y verdaderas
que explican las hazañas y la grandeza de la personalidad de nuestro santo San
Francisco Javier. Pero advirtamos que estas palabras no se las dijo Jesús solo
a San Francisco de Javier, sino a todos nosotros y a cada uno de los
bautizados.
Pero, para
poder quedar bien dispuestos y en paz, oigamos también las últimas palabra que
Jesús dijo a San Francisco Javier y a
todos nosotros: “Sabed que yo estoy
con vosotros, todos los días, hasta el
fin del mundo”.