-Textos:
-Is 60, 1-6
-Sal 71, 2. 7-8. 10-11. 12-13
-Ef 3, 2-3. 5-6.
-Mt
2, 1-12
“Conviene que así cumplamos toda justicia”
-Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
La fiesta del
bautismo de Jesús es el broche de oro de
la Navidad, la presentación de Jesucristo como adulto que se lanza a la gran
tarea de anunciar el anuncio más esperado por el pueblo judío y la campaña más
interesante que podían escuchar todos los paganos o creyentes de alguna
religión.
Para nosotros,
hoy, el acontecimiento del bautismo de Jesús en el rio Jordán es la invitación
a seguir a Jesucristo con nuevo entusiasmo, convencidos de que algo muy importante y muy nuevo, que no hemos descubierto
todavía.
Esta mañana,
Dios mismo por fin, cumple sus promesas y nos dice hoy a nosotros: “Este es mi hijo amado, en quien me
complazco”.
Hoy, Jesús, ya
no aparece como el niño, que atrae y encanta a cuantos lo contemplamos en
brazos de María, protegido por la compañía de José.
Hoy aparece
Jesús ante nosotros como un joven adulto, libre y consciente de sus actos, que
se pone a la cola de los pecadores, como si necesitará purificarse y ser
perdonado de unos pecados que él no ha cometido. – Recordad las palabras de San
Pablo en Filipenses: “El cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente
ser igual a Dios, al contrario, se
despojó de sí mismo… se humilló a sí
mismo, hecho obediente hasta la muerte…”.
Jesucristo,
libre, dueño de su destino, pero obediente a su Padre Dios –“Conviene que así cumplamos toda justicia”
dice a su amigo y profeta Juan Bautista-, y Jesús se bautiza como si fuera un pecador.
Porque quien ha
venido a perdonar todos los pecados del mundo, -así son los planes de Dios-,
tenía que cargar sobre si con los pecados de todos los hombres, aparecer como
pecador y adentrarse en el mundo de los pecadores, para que nos acercáramos a
él. Y pudiéramos recibir el perdón de los pecados y participar de la salvación
de Dios.
“A penas se bautizó
Jesús, salió del agua, se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de
Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él”.
Es el Espíritu
Santo, quien interviene para darle el impulso. En este momento Jesús entiende
que su Padre, Dios, le manda salir a la vida pública y predicar el evangelio.
Algunos Padres
de la Iglesia dicen: “Al sumergirse Jesús en las aguas del Jordán sanó todas
las aguas haciéndolas aptas para que cuantos quisieran escuchar la voz de Dios
y convertirse a Jesucristo, pudieran quedar purificados con las aguas bautismales.
Concluyamos con
algunas consecuencias prácticas:
A partir de
hoy, todos los domingos, y cada vez que venimos a la eucaristía, pongamos los
ojos de la fe en Jesús: Jesucristo es el camino, y la verdad y la vida.
Humildad,
humildad, humildad, decía Santa Teresa de Jesús. La humildad es la base, el
humus, la tierra buena donde pude germinar y crecer la fe; el orgullo y la
soberbia son la raíz del pecado, de la división y de la guerra entre los humanos.
Y posiblemente la primera causa de falta de fe en muchos contemporáneos
nuestros.
El bautismo, el
de niños y el de adultos es el acto más fecundo y más importante y necesario,
que nos puede ocurrir a los hombres y mujeres que venimos a este mundo.