-Textos:
-Gn
12, 1-4ª
-Sal 32
-2
Tim 1, 8b-10
-Mt
17, 1-9
“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Escuchadlo”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
“Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y a su hermano
Juan y se los llevó aparte a una montaña alta”.
También los
peregrinos a Javier subieron ayer a la colina del castillo de Javier; también
nosotros, hoy, somos invitados en esta eucaristía a subir por el camino cuaresmal hacia la Pascua.
Es importante
tomar nota de la situación y estado de ánimo de los discípulos, cuando Jesús
invita a los tres más representativos a subir a la montaña.
Acababan de
escuchar de labios de Jesús: “Tengo que
subir a Jerusalén y allí sufrir mucho y ser ejecutado…” Y a continuación: “El que quiera venir en pos de mí, que se
niegue a así mismo, que cargue con su cruz y me siga”. No son palabras
halagüeñas las que salen de labios del Maestro. Pedro y los discípulos están
desconcertados y preocupados.
A veces, el
ambiente de la calle, los medios de comunicación, las noticias que salen en los
periódicos nos transmiten un ambiente de
indiferencia, y de hostilidad para la fe cristiana, y los valores que propone
Jesús en el evangelio. En este ambiente, no es fácil mantener la esperanza de
que llegarán a cumplirse las promesas de Jesús: “un cielo nuevo y una tierra nueva”.
Jesús, en esta
celebración, se transfigura y se revela, anticipándonos así el final de su
historia y de la nuestra. Jesús, el crucificado, se nos revela resucitado.
Lo vemos con el
rostro resplandeciente de gloria de Dios, sus vestiduras blancas traslucen su
divinidad.
Vemos, además, presentes
a los dos testigos más cualificados del pueblo de Israel: Moisés y Elías, la
Ley y los Profetas.
Y vemos, sobre
todo, el testimonio supremo, el testimonio de Dios. Dios aparece como nube
luminosa, no se le ve cara a cara, pero se deja oír.
Hermanos todos,
es la voz de Dios. ¿Qué dice? Oigamos bien, para que no dudemos: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
Creamos, contemplemos y gocemos.
Sí, es Jesús,
el ridiculizado por la sociedad olvidadiza, opulenta y secularizada. Pero es
Jesús, glorioso, triunfante, divino. Preludio del mundo salvado, del Reino de
Dios logrado. Creamos ahora que nos sentimos en minoría, creamos ante quienes
piensan que el futuro es de la ciencia y de la técnica, de la razón y sólo de
la razón. Creamos: Jesús el crucificado, vencedor de la muerte y del pecado, resplandeciente
de gloria, preludio del mundo nuevo.
Pero no nos
quedemos extasiados. Sigamos atentos. Dios no ha terminado de hablar, continúa
y dice: “¡Escuchadle!
Escuchadle: escuchadle
durante este tiempo de cuaresma; es un tiempo de entrenamiento, para poner en
práctica su evangelio. Viene la Pascua, también nosotros podemos quedar transfigurados
por su gracia, con una fe viva, una esperanza cierta, un amor que contagia y
atrae.
Ojalá, queridas
hermanas y queridos hermanos: Todos los que peregrinan a Javier estos días,
sobre todo los jóvenes y las jóvenes, vean en el rostro sonriente del Cristo crucificado
de Javier, la gloria del Cristo victorioso, que trae un mundo nuevo. Pero ojalá
que tengan la gracia de quedar impresionados por el mensaje de Dios Padre: “Escuchadle”, y sigan sin escandalizarse
y sin miedo al Cristo sonriente y crucificado.
Nosotros,
ahora, en el altar tenemos la misma llamada y el mismo reto: seguir a Cristo
crucificado, viéndolo resucitado en la eucaristía.