TEXTOS
EZ 37,12-14
SAL 129
ROM 8,8 -11
JN 11, 1-45
“Yo soy la
resurrección y la vid”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Cómo se nos va la vida! Y a medida que pasan los años, cada vez más
deprisa. Queremos vivir y vivir plenamente, pero van pasando los años y nunca
alcanzamos la plena satisfacción.
Y el amor, la amistad…, las personas que amamos, también se nos van.
Hemos puesto en ellas, en gran medida, nuestra felicidad, y cuando se mueren,
nos dejan llorando.
¿Qué sentido tiene nuestra vida? La fuerza más elemental de nuestra
naturaleza es vivir, y nos vamos
muriendo; el impulso más hondo
del corazón humano es amar, y enfermamos de soledad. ¿Es un absurdo la vida
humana? El curso de los astros y de las estrellas discurre con una lógica
exacta, que permite descubrirlos e
incluso alcanzarlos desde la tierra; también la fuerza de la gravedad funciona
con una lógica predecible… ¿Y puede ser que sólo la vida humana sea un absurdo,
y que acabe en una frustración inevitable?
No tengamos miedo a hacernos preguntas. Seamos humildes y honestos.
Estos interrogantes nos ponen en el umbral del misterio de la vida, son heridas
del corazón humano, que lo dejan abierto a la Palabra de Dios, y a tomar en
serio la propuesta de Jesucristo:
“Tu hermano
resucitará… Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
esto?”.
Queridas hermanas y queridos hermanos: Estamos en cuaresma y faltan ya
pocos días para la Pascua: convirtámonos a Cristo y confirmemos nuestra fe. Es tiempo de hacernos
preguntas y es tiempo de tomar o de retomar
opciones abandonadas o dejadas para más tarde…
Es tiempo también, queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos, de pensar en tanta gente que no quiere o no es capaz de hacerse
preguntas, pero las lleva dentro… Prójimos y hermanos nuestros que viven
ahogados por las necesidades elementales de comer y trabajar para vivir, o
aturdidos por los imperativos de vender y ganar, comprar, gastar y consumir. Y
no tienen tiempo para pensar, o no quieren pensar o intentan auto-engañarse
diciendo que la vida es corta y que “¿para qué hacerse preguntas?”
Todos estos hermanos nuestros necesitan nuestro testimonio de fe y
quizás lo están esperando.
“Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía
que venir al mundo”.
Esto es lo que vamos a decir ahora recitando el “Credo”.