-Textos:
-Hch
10, 34a. 37-43
-Sal 117
-Col 3, 1-4
-Jn 20, 1-9
“Entró también el otro discípulo, el que
había llegado el primero al sepulcro, vio y creyó”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos
hermanos todos:
¡Feliz Pascua,
hermanas y hermanos! ¡Feliz Pascua del año 2023!
Es la de todos
los años y al mismo tiempo y con toda verdad podemos decir que es única. Porque
celebramos que Cristo resucitó y vive para siempre, y desde su condición
gloriosa y resucitada, trasciende el espacio y el tiempo, y puede estar siempre
y permanentemente con nosotros.
La celebración
litúrgica, esta eucaristía, hace
presente el acontecimiento que celebra. Es él, el Resucitado, que predicó por
los caminos de Palestina, murió en la cruz y fue llevado al sepulcro; es él, que María Magdalena, que fue a ese sepulcro, y
nos dice que no está en el sepulcro; ella interpreta que lo han robado; Pedro también lo encuentra vacío, pero no desordenado, vendas en el
suelo y el sudario bien doblados, y no sabe qué pensar; al fin Juan, el que
había descansado sobre el pecho de Jesús, entra, vio lo mismo que Pedro, pero
vio y creyó. Vio los vestidos y el sepulcro vacío, pero creyó, creyó que Jesús
había resucitado.
¿Por qué Juan,
además de ver, lo que pueden ver los ojos de la cara y la mente que discurre,
llega más lejos y alcanza lo que los ojos y la razón no descubren? Juan vio y
creyó, porque recordó las escrituras. Porque según las Escrituras Jesús debía
resucitar de entre los muertos.
Las Escrituras,
la luz de la Palabra de Dios proyectada sobre lo que ven los ojos y la mente,
que busca sedienta a Dios, nos descubren
la verdad plena y esencial de la realidad. Nos llevan a la fe, y a la alegría
de vivir la experiencia de encontrar a Dios, y a Cristo resucitado, en la vida,
en el mundo, en los prójimos, a los que
descubrimos como hermanos.
La Magdalena
interpretó mal, lo que veía, Pedro, vio
la misma realidad, y se quedó perplejo, Juan mira desde las Escrituras y cree,
cree que Jesús ha resucitado.
No es cosa
solamente de Juan, después Jesús se aparece a los discípulos prende la
mecha de la fe en el corazón de la
Magdalena, y de Pedro, y de los demás discípulos en sucesivas apariciones. Conviene
reparar en el testimonio que Pedro da, al final de su discurso en la casa de
Cornelio: “Y nos mandó que diésemos
testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste
(Jesús) todos los profetas dan testimonio
de que todo el que cree en él
alcanza, por su nombre, el perdón
de los pecados”.
Sí, hermanas y
hermanos: Cristo ha resucitado, Cristo vive. Nosotros creemos en él. Pero es
necesario que creamos más en él. Viendo cuantos
no creen ni muestran interés por creer, cuantos que han recibido el bautismo,
viven como si no lo hubieran recibido. La semilla de la vida misma de
resucitado que se les dio en el bautismo.
Por eso, a
nosotros nos corresponde dar testimonio que
despierte no solo los ojos y la mente natural, sino sobre todo, la sed
de Dios que anida en su corazón. Para ello, nosotros, como los primeros
apóstoles hemos de dar testimonio de Jesucristo que ha muerto y ha resucitado.
En él todos podemos resucitar y participar de una vida divina feliz y eterna.
Nosotros los
que hemos visto y creído tenemos que ser pregoneros de esperanza. Siempre hay
motivos para vivir, y para amar y para sufrir. Todo se puede superar en este
mundo si creemos en Cristo que nos da la vida, su vida.