-Textos:
-Hch
2, 14. 22-33
-Sal 15, 1b-2a. 5. 7-11
-1 Pe 1, 17-21
-Lc
24, 13-35
“Quédate con nosotros porque atardece y el día va ya
de caída”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
“El papa
Benedicto XVI dice en una de sus encíclicas que la fe es la experiencia cierta
de un encuentro personal con Jesucristo”.
En el evangelio
de este tercer domingo de Pascua tenemos la preciosa narración de un encuentro
personal de Jesús resucitado con dos de sus discípulos.
Conviene
prestar atención a cómo estos discípulos salen de Jerusalén a Emaús tristes y
desanimados, y cómo luego vuelven a Jerusalén contentos, impacientes, con el
corazón ardiendo y con ganas de contar
la experiencia de la cena con Jesús.
¿Cómo se
explica este cambio, esta trasformación? Ellos han tenido la experiencia de un
encuentro personal con Jesús Resucitado.
Hoy en día,
estamos viendo lo que pasa con mucha gente, incluso con muchos cristianos
bautizados. Han sido durante mucho tiempo creyentes y hasta buenos practicante en la fe
cristiana y católica, pero luego, casi
sin darse cuenta, en unos casos, y en otros,
en poco tiempo, han dejado las prácticas religiosas e incluso dicen
abiertamente que ya no creen en lo que enseña la Iglesia. Ellos también tristes
y decepcionados, como los dos discípulos de Emaús, que se van de Jerusalén.
Este fenómeno
nos plantea un problema sumamente importante a todos nosotros también: ¿Cómo
podemos experimentar, mantener y conseguir que arda de fe nuestro corazón,
hasta el punto de salir a la calle o
volver a nuestra parroquia o a nuestro barrio, para contar cómo hemos conocido
a Jesús, y compartir con otros que
también lo han visto, y se siente, como nosotros, llenos de fe y entusiasmo?
Lucas, en el
precioso relato que nos ha transmitido, da respuesta esta pregunta. Me permito
anotar solo sólo cuatro vías que pueden dar lugar a tener, o reforzar, la
experiencia de un encuentro personal con Jesús Resucitado:
En primer
lugar, podemos encontrarnos con Jesús, en la Eucaristía: el sacramento más admirable
que Jesús, en momentos de suma intimidad, en la Última Cena, pensó, para
hacerse él mismo alimento para sus discípulos, en el camino de la fe.
Lo podemos
reconocer en la escucha y la lectura de la Palabra de Dios: solos en oración, o
juntos, en grupo o en comunidad.
Lo podemos
reconocer en la caridad fraterna, en la
solidaridad con los enfermos, pobres y personas necesitadas. Ya vemos que
gracia tan grande recibieron los dos discípulos
por decirle a Jesús: “Quédate con
nosotros porque atardece y el día va de
caída”.
Lo podemos reconocer en la comunidad, en la
Iglesia: Cuando los dos de Emaús llegaron a donde estaba el grupo de Jerusalén,
y allí, en la Iglesia, oyeron la buena noticia: que certificaba y avalaba su
fe: “Era verdad, ha resucitado el Señor y
se ha aparecido a Simón Pedro”.
He señalado
cuatro puntos de encuentro con Jesús.
Pero la verdad
es que Jesús está siempre con nosotros y nos acompaña siempre en esta vida.
Ya vemos hemos
venido este domingo a misa, y aquí lo tenemos esperándonos.