-Textos:
-Hch. 2, 14a. 36-41
-Sal.
22, 1b-6
-1 Pe
2, 20b-25
-Jn 10, 1-10
“Yo soy la
puerta”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos:
A este cuarto domingo lo llamamos “Domingo del Buen
Pastor”. Sin embargo el evangelio habla más que de la figura del pastor, de la
puerta del aprisco.
¿Qué nos enseña Jesucristo, cuando nos dice hoy: “El que no entra por la puerta en el aprisco
de las ovejas es ladrón y bandido”?
Jesucristo
viene a decirnos: “Yo No soy un furtivo, que entra para robar y asustar al
rebaño; soy la puerta que conduce al aprisco donde están las ovejas”. Creed en
mí, seguidme; entraré por la puerta adecuada y os llevaré a las mejores praderas y a las fuentes
tranquila.
Os lo digo
también de otra manera: Yo soy la puerta verdadera y segura, la que da salida a
donde están las aguas que sacian de verdad la sed del corazón humano, la puerta
que lleva a los pastos que dan el alimento más suculento y sabroso”.
Pero Jesús dice todavía mucho más de lo que explica
con la metáfora de la puerta. Jesús sin decir
en este evangelio que es el Buen Pastor, se presenta como el Pastor que abre
la puerta acertada, porque se ha merecido la confianza del guarda, que es su
Padre Dios; dice además que entra y las
ovejas atienden a su voz. Él las va llamando por su nombre; las saca a todas a
las verdes praderas; y él se pone
delante; las conduce por caminos difíciles, y por prados ricos de buen pasto y
ellas, libres y confiadas, le siguen, porque conocen su voz.
Queridos hermanos, Jesús en este evangelio no está
hablando propiamente de ovejas borregas, sin libertad, está hablando de
personas, que le han conocido a Él; personas que se han sentido llamadas por su
nombre, y amadas de verdad por Jesús. Por eso, le siguen libres, confiadas y
seguras. Y no sólo ni principalmente, porque les da de comer, sino, porque,
sobre todo, se sienten queridas, conocidas, llamadas por su nombre, por lo que
cada una es.
Por eso, quien se siente conocido o conocida, por
Jesús de esa manera, se siente de
verdad discípulo o discípula de
Jesús, y se siente ante él libre y disponible para obedecerle y para ir a donde
él le quiera llevar. En el evangelio de
hoy Jesús se presenta como una puerta pero no para dejar a las ovejas
dentro del aprisco, sino para sacarlas
fuera del aprisco, a campo libre y en libertad.
Tengámoslo muy en cuenta los bautizados, que
seguimos a Jesús, somos personas que creemos firmemente que Jesús nos quiere,
nos conoce, nos ha llamado por nuestro
nombre, y… ¡atención! nos lleva al campo libre de la sociedad y del
mundo en el que vivimos, para que desempeñemos una misión.
¿Qué misión? La misión de proponer a todo
el mundo que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida y que no hay bajo la
capa del cielo otro nombre en el que el hombre
pueda encontrar la felicidad que ansía y la vida eterna que le llena del
todo. San Pedro nos lo ha dicho de otra manera: “Que aguantéis, cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de
parte de Dios. Pues para eso habéis sido llamados”.