-Textos:
-Hch
2, 1-11
-Sal 103, 10b. 24ac. 29b-31. 34
-1
Co 12, 3b-7. 12-13
-Jn 20, 19-23
“Paz a vosotros”.
-Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Un domingo
especial, porque estamos en día de elecciones, pero para nosotros cristianos,
más especial todavía porque celebramos la Pascua de Pentecostés. Pentecostés es
colofón y fruto bien granado de la
Pascua. Jesús, antes de ascender al cielo prometió enviarlo varias veces. Hoy,
a cincuenta días de la Pascua, cumple la promesa. Jesucristo resucitado es
fiel, no nos deja solo, es fiel y cumple la promesa, y nos envía el Espíritu
Santo, como fruto riquísimo y necesario, que nos libera de los pecados y nos da
fuerza para caminar por el camino de la salvación y de nuestra felicidad.
Somos muchos
los que encontramos una dificultad especial para relacionarnos con el Espíritu.
Nos resulta más fácil relacionarnos con Dios Padre, y dirigirnos a Jesucristo.
Sin embargo es muy provechoso para todos contar también con la ayuda del
Espíritu Santo, porque cumple y complementa la gracia de Dios en el alma.
S. Agustín dice
que el Espíritu Santo es más íntimo que nuestra propia intimidad está tan cerca
de nosotros que no es alguien con quien podamos estar frente a frente. Es
aquella persona divina que actúa en
nosotros desde dentro de nosotros mismos. San Pablo dice de él, a los corintios, que el Espíritu
Santo es un Espíritu “sondeador”, porque pone en contacto la profundidad de
Dios con nuestra propia profundidad. En otro lugar dice San Pablo: “El Espíritu
se une a nuestro espíritu”. En definitiva es Dios mismo, que está en nuestro
interior vivificándonos. Es una presencia que nos habita. No hay que buscar el
Espíritu frente a nosotros, sino en nosotros”
La Iglesia no
se limita a explicar algo del Espíritu Santo con ideas y nociones más o menos
claras. Ella, madre y maestra trata de enseñarnos a través de ejemplos,
imágenes y metáforas: el fuego, la nube, el agua, la luz y otras más cercanas a
la experiencia de nuestro vivir diario.
Se me ocurre
hoy, en este domingo de elecciones, comentar unas palabras sobre la paloma como
símbolo del Espíritu Santo. San Lucas
dice que “Jesús se bautizó y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu
Santo en forma de paloma y se escuchó
una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo
querido mi predilecto”. Es la voz de Dios que quiere confirmar a Jesús como su Hijo amado, como reconciliador entre
el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres; y también, para proclamar que
Jesús venía al mundo para cumplir una misión encomendada por su mismo
Padre-Dios.
Pero Jesús mismo, no con palabras de su Padre, sino con palabras suyas propias, dice algo más: “ : “Cuando me vaya os enviaré el Espíritu.
Este os guiará a lo que vaya viniendo; os enseñará la
verdad completa.