-Textos:
-Jer
20, 10-13
-Sal
68, 8-10. 14 y 17. 33-35
-Ro
5, 12-15
-Mt
10, 26-33
“No tengáis miedo a los que
matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Calor de
verano, proximidad de los sanfermines, proyectos de vacaciones… estas vienen a
ser las conversaciones normales entre amigos, y las preocupaciones, de estos
días. Pero, esto no es todo: hay personas enfermas, otras a diario tienen que
contar el dinero de que disponen, otras están trabajando y sirviendo para que
los demás se diviertan. La vida es compleja y nos hace pensar. Venimos de Dios
y vamos a Dios; y de Dios a Dios, Jesucristo, Camino Verdad y Vida. Estas
verdades, son el suelo sobre el que se asienta nuestra vida.
Por eso,
hoy atendemos con interés esta recomendación que, por tres veces nada menos,
escuchamos de labios de Jesús: “No tengáis
miedo”.
Jesús nos
anunció varias veces, por una parte, que íbamos a tener dificultades. Los
discípulos no pueden tener mejor suerte
que su maestro. Pero por otra nos invita
a la confianza: al final se reconocerá que el mensaje de Jesús será reconocido
como el mensaje verdadero, el que lleva
a la felicidad plena y eterna; Todos estamos en las manos de Dios, que merece
toda nuestra confianza, porque hasta los cabellos de nuestra cabeza están
contados. El mismo Jesucristo ha prometido defendernos ante su Padre celestial,
si damos la cara por él.
“No tengáis miedo”. Las
pruebas y dificultades de la vida no nos deben extrañar ni asustar. Todos
pasamos por momentos de dificultad en nuestra vida de creyentes. A veces estas
dificultades nos vienen de dentro de nosotros mismos: el cansancio, la
tendencia hacia lo fácil, las dudas en nuestras convicciones. Otras, vienen de
fuera, la sociedad en la que vivimos, el ambiente que se palpa en la calle y
las opiniones que se comentan en las conversaciones, que muchos aprueban para
no desentonar… Estas circunstancias no nos ayudan precisamente a ser fieles a
Dios y mostrarnos como seguidores de Jesucristo y de la Iglesia.
Pero lo que
nos lleva al éxito final y a la
felicidad verdadera es nuestra fidelidad
a Dios, a nuestra conciencia asentada sobre Jesús y las enseñanzas de la
Iglesia. Sabemos muy bien que seguir la
voluntad de Dios es el camino de la felicidad, porque Dios que nos ha dado la
vida y nos ha creado por amor, viendo nuestras limitaciones, nos enseña el
camino y nos propone seguir los mejor y más conveniente para nosotros. Él nos dio
a su propio Hijo, “no para condenar el
mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.
La
comunidad de seguidores de Jesús lleva un
mensaje que a veces choca con
nuestros propios intereses y los valores que promueve este mundo. No nos
tenemos que cansar, ni avergonzarnos
de dar testimonio de Cristo, sino seguir firmes en la fe, porque llegará
el día en que todos reconozcan que Jesús
y su oferta del Reino de Dios es lo que salva al mundo. “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el
alama. Temed a los que llevan a la perdición el alma y el cuerpo”.