domingo, 30 de julio de 2023

DOMINGO XVII, T.O. (A)

-Textos:

            -Rey 3, 5. 7-12

            -Sal  118, 76-77. 127-130

            -Ro 8, 28-30

            -Mt 13, 44-52

 “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Permitidme que comience por una pregunta: Si el Señor, nuestro Padre Dios, viniera a nosotros visiblemente y nos preguntara, como a Salomón,  pídeme lo que quieras, ¿qué le pediríamos?

Jesucristo nos dice hoy que lo mejor que podemos pedir es el Reino de Dios. Porque el Reino de Dios es el gran tesoro escondido, que si damos con él, merece la pena vender todo, para adquirirlo; el Reino de Dios es la perla más preciosa que podemos encontrar, y por la que merece la pena  vender todos nuestros bienes, para comprarla.

El Reino de Dios, queridos hermanos y hermanas, es el amor de Dios que irrumpe en el mundo con una fuerza y una intensidad máximas en Jesucristo, que da la vida por nosotros y resucita venciendo a la muerte y al pecado.

El reino de Dios es el amor de Dios a nuestro alcance gracias a Jesucristo. Nosotros participamos del Reino de Dios, si creemos y en la medida que creemos en Jesucristo. Jesucristo, es, en una palabra, el reino de Dios.

Podemos amar como amó y nos ama Jesucristo: Podemos perdonar incluso al que nos condena injustamente, podemos  compartir nuestros bienes con los necesitados, podemos  comprometernos por la justicia, por la causa de la paz, y no por dinero, sino por amor al prójimo y convencidos de que es posible un mundo nuevo y una sociedad distintas, podemos sufrir el martirio antes que renegar de Dios y con la mirada puesta en la vida eterna.

Y ahora vienen las preguntas: ¿Creemos que Jesucristo y la fe en Jesucristo es el mayor de los tesoros, la mayor lotería que nos ha podido tocar en la vida? ¿Sentimos que la fe en Jesucristo es alegría y gozo que ensancha nuestro corazón, y nos llena de fuerza y esperanza en las alegrías y en las penas de la vida?  Jesucristo y su evangelio son el criterio con el que administramos el dinero, el nivel de vida que llevamos, los negocios que emprendemos, la enfermedad que padecemos o padecen nuestro allegados, el fracaso que tuvimos, el apuro extremo por el que estamos pasando?

¿Jesucristo es la perla y el tesoro, la mejor herencia que podemos legar a nuestros hijos y a las generaciones jóvenes?

Vosotras, hermanas benedictinas, sabéis muy bien quién era Jesucristo para San Benito: “Nada absolutamente antepongan a Cristo, el cual nos lleve a todos a la vida eterna”, repite en varios lugares de vuestra Regla.

martes, 25 de julio de 2023

FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL

-Textos:

            -Hch 4, 33; 5, 12, 1-2

            -Sal 66

            2 Co 4, 7-15

            -Mt 20, 20-28

 

Mi cáliz beberéis”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Hoy festividad de Santiago apóstol. Este año tenemos la suerte de celebrar con la solemnidad que se merece este apóstol, primer mártir de la fe, y que después de su muerte ha tenido tanto influjo en la implantación de la fe en España y en Europa.

Una primera nota de su vida quiero destacar para provecho y examen de nuestra propia fe:

Para nosotros es muy conocido lo que llamamos el camino de Santiago. Nos referimos al camino, y a los caminos,  que discurren desde Europa y recorren por España hasta llegar a Santiago de Compostela. Pero es mucho más importante y  mucho más aleccionador el camino espiritual, interior, que anduvo  nuestro apóstol en el contacto directo y personal, siguiendo a Jesucristo por los caminos de Palestina.

En el evangelio de hoy vemos a Santiago y a su hermano Juan pedir, a través de su madre, Salomé, los primeros puesto, es decir, primeros ministros, diríamos hoy, cuando Jesús llegase a reinar, como rey temporal, en el reino que Santiago y Juan pensaban que Jesús pretendía establecer.

Esas pretensiones de Santiago y Juan dieron pie a Jesús para una extraordinaria y espléndida catequesis sobre la humildad, que dio a todos los discípulos después de haber explicado a los dos hermanos lo equivocados que estaban respecto a lo que era en realidad el Reino de Dios. “¿Podéis beber el cáliz  que yo voy a beber? les dijo. Y a continuación, dirigiéndose a todos dijo aquellas palabras que conocemos, pero que no sé ciertamente si consideramos la importancia que tienen para todos, También para nosotros, bautizados, que nos consideramos seguidores de Jesús: “Sabéis que los  jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que  quiera ser grande que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros que sea vuestro esclavo. Igual que yo, el Hijo del Hombre, no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate  por muchos”.

Sabemos muy bien que a los discípulos les costó mucho entender -tuvieron que ver a Jesús crucificado y resucitado-. Y sabemos muy bien que Santiago hizo ese camino, camino interior, en su corazón: que desde sus sueños de grandeza y de poder, llegar a comprender que el camino de seguir a Jesús era un camino de servir a los necesitados e incluso, un camino de muerte. Todo al revés y muy contrario de lo que piensa el mundo.

Santiago no tuvo duda de  seguir a Jesús por este camino, y lo hizo con valentía y sin medias tintas. No buscó la muerte, él entendió que su  misión, lo mejor que podía hacer en el mundo y para bien de  todos,  era  anunciar que Jesús había resucitado, y que la vida y el mensaje de Jesús  era, para todos, el único camino, el más seguro y necesario, para llegar a la verdadera vida, la vida eterna con Dios en el cielo.

domingo, 23 de julio de 2023

DOMINGO XVI T.O (A)

-Textos:

            -Sab 12, 13. 16-19

            -Sal 85,5-6. 9-10. 15-16ª

            -Ro 8, 26-27

            -Mt 24, 13-43

“El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza… El reino de los cielos se parece a la levadura…

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy domingo de votaciones, para nosotros Día del Señor. Nos marearán la cabeza con datos de encuestas estadísticas, nosotros damos preferencia a escuchar la Palabra de Dios.

En el evangelio Jesús nos expone tres parábolas. Voy a fijarme  en dos: El grano de mostaza, tan pequeño como semilla y tan grande como arbusto;  y el puñado de levadura que una mujer introduce en la masa.

En muchos, o en algunos cristianos, nace un pesimismo cuando miran a la iglesia como si fuera una sociedad con unos dogmas y unas normas que  creen y practican más o menos. De ninguna manera la ven como un misterio, signo del amor de Dios y animada por el Espíritu Santo. Y desde esa mirada parcial y errónea, aplican a la Iglesia las mismas técnicas para averiguar cuál es su futuro. Toman nota de la cantidad de bautizados que abandonan las prácticas religiosas, y cómo en el ambiente social se está perdiendo el sentido religioso, cómo se ha roto la cadena de transmisión de la fe en la familia… Y hacen números, y se desalientan ellos también  y se suman a los que han abandonado la fe o pierden el ánimo.

Pero la Iglesia, hermanas y hermanos, es mucho más que una sociedad puramente humana. El catecismo dice que la misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo.

Por eso, a la Iglesia le preocupa menos la cantidad de cristianos que la calidad de los cristianos. Es la calidad de fe y de coherencia de cada cristiano lo que debe preocuparnos. Jesucristo en otro lugar nos ha dicho: Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros soy la luz del mundo, vosotros sois levadura capaz de fermentar toda la masa.

No importa tanto cuántos somos, sino cual es la calidad de vida cristiana de cada uno de los bautizados. Si somos cristianos de verdad, damos lugar a que la fuerza de Cristo, y la fuerza del Espíritu Santo actúen en nosotros y a través de nosotros en la sociedad y en el mundo. 

Unos pocos granos de sal salan la olla entera, un puñado pequeño de levadura fermenta toda la masa. No es cuestión  si somos muchos o pocos, la cuestión es si los cristianos, cada uno de nosotros, somos de verdad sal y fermento, sí somos semillas de mostaza, poca cosa, pero capaces de desarrollar todo lo bueno que llevamos dentro: la fe en Dios, la esperanza de eternidad, el amor, la  solidaridad eficaz que atiende al necesitado, la austeridad para hacer un mundo solidario y habitable.

No debemos dejarnos contagiar del modo de pensar y de actuar del mundo con sus estadísticas y propuestas más o menos fundadas y verificadas. No podemos ser sal que se vuelve sosa, ni fermento que pierde su fuerza y se corrompe. Ser lo que somos, personas con fe en que Jesucristo resucitado y la fuerza de su Espíritu actúan en nosotros. La gracia bautismal y la eucaristía nos impulsan a esta tarea.-

domingo, 9 de julio de 2023

DOMINGO XIV T.O (A)

 

-Textos:

            -Zac 9, 9-10

            -Sal 144, 1-2. 8-9. 13cd.14

            Ro 8, 9.11-13

            Mt 11, 25-30

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Nos encontramos en  medio de los sanfermines, pero nosotros hemos atendido la llamada de Dios a cumplir con el precepto dominical y beneficiarnos de la eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana.

Me limito a comentar una sola frase que sale de la boca de Jesús en el evangelio: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Nos alegra escuchar  esta invitación, por lo que nos dice y por quien la dice. Es Jesús, el Señor. El que pasó haciendo el bien en su vida pública, el que murió por nosotros para que nuestros pecados pudieran ser perdonados, el que resucitó porque era Dios, y nos infundió a todos la esperanza de una vida eterna y feliz.

Es cierto que a renglón seguido nos dice: “Cargad con mi yugo”. Pero, continua: “Aprended de mí, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

¿Por qué se atreve a decir que su yugo es llevadero y su carga ligera? -Porque también nos dice quién es Él, y lo qué es Él para  nosotros, dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.

Jesús es noble y sincero: La vida humana, el diario vivir es para todos normalmente duro y penoso. Además, si ese diario vivir lo queremos vivir cristianamente, siendo coherentes, puede parecernos  más duro y más exigente todavía.

Pero, no. Jesús nos dice que “su yugo es llevadero y su carga ligera”. Y Jesús dice verdad.  Es verdad, si nosotros, que hemos tomado nota de la frase “cargad con mi yugo”, tomamos también nota de la frase que nos dice: “que yo soy manso y humilde de corazón”.

A muchos nos pasa que de Jesús tomamos lo que debemos hacer, pero no prestamos atención a lo que él nos ofrece y nos da.

Sobre todo no prestamos atención a Él, a su persona. La fe cristiana, hermanos y hermanas, no es adherirnos a un partido o a una teoría, la fe cristiana es creer en una persona, en Jesucristo. Creer y amar a Jesucristo; creer, amar y esperar en Jesucristo.

Por eso, los cristianos donde más atención y empeño debemos poner es: en conocer la persona misma  de  Jesús. Hoy, Él nos ha dicho: “Yo soy manso y humilde de corazón”. Es como si nos dijera: Si llegáis a conocerme de verdad, y sentís de verdad que “Yo soy manso y humilde de corazón”, vosotros podéis cargar con mi yugo; y mi yugo lo sentiréis como una carga ligera y llevadera. Llegaréis a sentirlo como algo bueno y noble; algo extremadamente humano, que merece mucho la pena para mí y para los demás. Algo que me hace misionero y evangelizador; no tengo reparo en comunicarlo, me sale decirlo como la mejor noticia. Como el salmista en el salmo que hemos cantado: El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se  doblan”. 


domingo, 2 de julio de 2023

DOMINGO XIII, T.O. (A)

-Textos:

            -2 Re 4, 8-11. 14-16ª

            -Sal 88, 2-3, 16-17. 18-19

            -Ro 6, 3-4. 8-11

            -Mt  10, 37-42

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi”   “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La primera afirmación que escuchamos de labios de Jesús es una afirmación atrevida y casi escandalosa. No tenemos que anteponer nada a él, a Cristo Jesús. Jesús primero y sobre todo lo que pretenda desplazar a Jesús de la primacía.

Los cristianos no creemos en un libro, o en una doctrina. Creemos en una persona. Que es Cristo Jesús el Hijo de Dios.

No es que tengamos que rechazar el afecto a la familia, o que Jesús en este párrafo esté suprimiendo el cuarto mandamiento. Ni nos esté invitando a descuidar la defensa de nuestra vida. Pero sí tenemos que subordinarlo todo  al seguimiento de Jesucristo, que es Hijo de Dios. Los demás valores positivos de la vida son penúltimos, y subordinados. En tanto en cuanto nos ayudan a seguir a Jesús.

Cuando tengamos que optar entre nuestra fidelidad a Cristo y la incomprensión o hasta persecuciones familiares y sociales, tendremos que optar claramente por Cristo, como lo han hecho tantos mártires y santos cristianos de  todos los tiempos.

No caben ni cristianismo “light” ni medias tintas, ni componendas… Nos dice que tenemos que tomar la cruz y seguirle. ¿Por qué tanta exigencia? ¿Cómo se atreve a pedirnos tanto? Porque él que nos ama hasta el extremo de dar la vida, nos da a los discípulos su Espíritu, el Espíritu Santo, para que podamos amar con un amor semejante al suyo.

La cuestión no está en las exigencias tan duras, sino en el amor  que nos provoca, nos ofrece y nos da. No nos pide nada imposible, porque  nos ofrece todo lo necesario para que podamos hacer lo que nos pide. En nuestra iglesia cristiana y católica se encuentran las fuentes de la gracia, los sacramentos y otros medios, que nos hacen posible amar como Jesús nos ama y hacer  lo que Jesús ha hecho.

Permitidme, para terminar, aludir a otra frase de Jesús en este evangelio: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “. Y relacionarla con otra frase de la primera lectura: “Construyamos en la terraza una pequeña  habitación y pongamos en ella una cama, una mesa y una silla”.

Es claramente una invitación a la hospitalidad, que bien la podemos aplicar a estos días de Sanfermines, a los huéspedes que nos visitan en el verano,  y en cualquier tiempo del año.

Recordemos la parábola de Jesús: El grupo de los buenos preguntan al Señor: “Señor, ¿Cuándo te vimos  forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? El Señor responde: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Vosotras, hermanas, sabéis muy bien lo que dice San Benito en la Regla: “Recibir al huésped como a Cristo”.

Ya tenemos la consigna para los sanfermines y para toda  nuestra vida.