-Textos:
-Rey 3, 5. 7-12
-Sal
118, 76-77. 127-130
-Ro 8, 28-30
-Mt 13, 44-52
“El Reino de los cielos se parece a un tesoro
escondido”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos:
Permitidme que comience por una pregunta: Si el
Señor, nuestro Padre Dios, viniera a nosotros visiblemente y nos preguntara,
como a Salomón, pídeme lo que quieras,
¿qué le pediríamos?
Jesucristo nos dice hoy que lo mejor que podemos
pedir es el Reino de Dios. Porque el Reino de Dios es el gran tesoro escondido,
que si damos con él, merece la pena vender todo, para adquirirlo; el Reino de
Dios es la perla más preciosa que podemos encontrar, y por la que merece la
pena vender todos nuestros bienes, para
comprarla.
El Reino de Dios, queridos hermanos y hermanas, es
el amor de Dios que irrumpe en el mundo con una fuerza y una intensidad máximas
en Jesucristo, que da la vida por nosotros y resucita venciendo a la muerte y
al pecado.
El reino de Dios es el amor de Dios a nuestro
alcance gracias a Jesucristo. Nosotros participamos del Reino de Dios, si
creemos y en la medida que creemos en Jesucristo. Jesucristo, es, en una
palabra, el reino de Dios.
Podemos amar como amó y nos ama Jesucristo: Podemos
perdonar incluso al que nos condena injustamente, podemos compartir nuestros bienes con los
necesitados, podemos comprometernos por
la justicia, por la causa de la paz, y no por dinero, sino por amor al prójimo
y convencidos de que es posible un mundo nuevo y una sociedad distintas,
podemos sufrir el martirio antes que renegar de Dios y con la mirada puesta en
la vida eterna.
Y ahora vienen las preguntas: ¿Creemos que
Jesucristo y la fe en Jesucristo es el mayor de los tesoros, la mayor lotería
que nos ha podido tocar en la vida? ¿Sentimos que la fe en Jesucristo es
alegría y gozo que ensancha nuestro corazón, y nos llena de fuerza y esperanza
en las alegrías y en las penas de la vida?
Jesucristo y su evangelio son el criterio con el que administramos el
dinero, el nivel de vida que llevamos, los negocios que emprendemos, la
enfermedad que padecemos o padecen nuestro allegados, el fracaso que tuvimos,
el apuro extremo por el que estamos pasando?
¿Jesucristo es la perla y el tesoro, la mejor
herencia que podemos legar a nuestros hijos y a las generaciones jóvenes?
Vosotras, hermanas benedictinas, sabéis muy bien quién era Jesucristo para San Benito: “Nada absolutamente antepongan a Cristo, el cual nos lleve a todos a la vida eterna”, repite en varios lugares de vuestra Regla.