-Textos:
-2 Re 4, 8-11. 14-16ª
-Sal 88, 2-3, 16-17. 18-19
-Ro 6, 3-4. 8-11
-Mt
10, 37-42
El que quiere a
su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi” “El
que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
La primera
afirmación que escuchamos de labios de Jesús es una afirmación atrevida y casi
escandalosa. No tenemos que anteponer nada a él, a Cristo Jesús. Jesús primero
y sobre todo lo que pretenda desplazar a Jesús de la primacía.
Los cristianos
no creemos en un libro, o en una doctrina. Creemos en una persona. Que es
Cristo Jesús el Hijo de Dios.
No es que
tengamos que rechazar el afecto a la familia, o que Jesús en este párrafo esté
suprimiendo el cuarto mandamiento. Ni nos esté invitando a descuidar la defensa
de nuestra vida. Pero sí tenemos que subordinarlo todo al seguimiento de Jesucristo, que es Hijo de
Dios. Los demás valores positivos de la vida son penúltimos, y subordinados. En
tanto en cuanto nos ayudan a seguir a Jesús.
Cuando tengamos
que optar entre nuestra fidelidad a Cristo y la incomprensión o hasta
persecuciones familiares y sociales, tendremos que optar claramente por Cristo,
como lo han hecho tantos mártires y santos cristianos de todos los tiempos.
No caben ni
cristianismo “light” ni medias tintas, ni componendas… Nos dice que tenemos que
tomar la cruz y seguirle. ¿Por qué tanta exigencia? ¿Cómo se atreve a pedirnos
tanto? Porque él que nos ama hasta el extremo de dar la vida, nos da a los
discípulos su Espíritu, el Espíritu Santo, para que podamos amar con un amor
semejante al suyo.
La cuestión no
está en las exigencias tan duras, sino en el amor que nos provoca, nos ofrece y nos da. No nos
pide nada imposible, porque nos ofrece
todo lo necesario para que podamos hacer lo que nos pide. En nuestra iglesia
cristiana y católica se encuentran las fuentes de la gracia, los sacramentos y
otros medios, que nos hacen posible amar como Jesús nos ama y hacer lo que Jesús ha hecho.
Permitidme,
para terminar, aludir a otra frase de Jesús en este evangelio: “El que os recibe a vosotros, me recibe a
mí… “. Y relacionarla con otra frase de la primera lectura: “Construyamos en la terraza una
pequeña habitación y pongamos en ella
una cama, una mesa y una silla”.
Es claramente
una invitación a la hospitalidad, que bien la podemos aplicar a estos días de
Sanfermines, a los huéspedes que nos visitan en el verano, y en cualquier tiempo del año.
Recordemos la
parábola de Jesús: El grupo de los buenos preguntan al Señor: “Señor, ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te
vestimos? El Señor responde: Cada vez
que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis”. Vosotras, hermanas, sabéis muy bien lo que dice San Benito en
la Regla: “Recibir al huésped como a
Cristo”.
Ya tenemos la
consigna para los sanfermines y para toda
nuestra vida.