-Textos:
-Hch 4, 33; 5, 12, 1-2
-Sal 66
2 Co 4, 7-15
-Mt 20, 20-28
“Mi cáliz beberéis”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
-Hoy festividad de Santiago
apóstol. Este año tenemos la suerte de celebrar con la solemnidad que se merece
este apóstol, primer mártir de la fe, y que después de su muerte ha tenido
tanto influjo en la implantación de la fe en España y en Europa.
Una primera nota de su vida quiero
destacar para provecho y examen de nuestra propia fe:
Para nosotros es muy conocido lo
que llamamos el camino de Santiago. Nos referimos al camino, y a los caminos, que discurren desde Europa y recorren por
España hasta llegar a Santiago de Compostela. Pero es mucho más importante y mucho más aleccionador el camino espiritual,
interior, que anduvo nuestro apóstol en
el contacto directo y personal, siguiendo a Jesucristo por los caminos de
Palestina.
En el evangelio de hoy vemos a
Santiago y a su hermano Juan pedir, a través de su madre, Salomé, los primeros
puesto, es decir, primeros ministros, diríamos hoy, cuando Jesús llegase a
reinar, como rey temporal, en el reino que Santiago y Juan pensaban que Jesús
pretendía establecer.
Esas pretensiones de Santiago y Juan
dieron pie a Jesús para una extraordinaria y espléndida catequesis sobre la
humildad, que dio a todos los discípulos después de haber explicado a los dos
hermanos lo equivocados que estaban respecto a lo que era en realidad el Reino
de Dios. “¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber? les dijo. Y a
continuación, dirigiéndose a todos dijo aquellas palabras que conocemos, pero
que no sé ciertamente si consideramos la importancia que tienen para todos,
También para nosotros, bautizados, que nos consideramos seguidores de Jesús: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los
grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande que sea vuestro servidor, y
el que quiera ser primero entre vosotros que sea vuestro esclavo. Igual que yo,
el Hijo del Hombre, no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida
en rescate por muchos”.
Sabemos muy bien que a los
discípulos les costó mucho entender -tuvieron que ver a Jesús crucificado y
resucitado-. Y sabemos muy bien que Santiago hizo ese camino, camino interior,
en su corazón: que desde sus sueños de grandeza y de poder, llegar a comprender
que el camino de seguir a Jesús era un camino de servir a los necesitados e
incluso, un camino de muerte. Todo al revés y muy contrario de lo que piensa el
mundo.
Santiago no tuvo duda de seguir a Jesús por este camino, y lo hizo con valentía y sin medias tintas. No buscó la muerte, él entendió que su misión, lo mejor que podía hacer en el mundo y para bien de todos, era anunciar que Jesús había resucitado, y que la vida y el mensaje de Jesús era, para todos, el único camino, el más seguro y necesario, para llegar a la verdadera vida, la vida eterna con Dios en el cielo.