-Textos:
-Is 22, 19-23
-Sal 137, 1-2ª. 2bc-3. 6 y 8bc
-Ro 12, 33-36
-Mt 16, 13-20
“Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Una
pregunta que hizo Jesús hace más de dos mil años y que hoy nos hace a nosotros.
Lo
importante es responderla, no desde la inteligencia, desde lo que sé, sino
desde la vida, desde mi vida. Mi vida, ¿Qué dice de Jesús? ¿En qué medida está
condicionada por Jesús?
Pero
teniendo en cuenta el conjunto del
evangelio, debemos hacernos dos preguntas más:
¿Qué digo
yo de la Iglesia? ¿Amo a la Iglesia? Porque Jesús, ya en su vida pública mostró
claramente la voluntad de establecer un pueblo nuevo asentado sobre los doce
apóstoles, anticipo del reino de Dios que él anunció e inició. Iglesia sacramento
e instrumento de salvación, sal y fermento del Reino. Iglesia que resiste y no
sucumbe ante los ataque del demonio y del poder del mal.
Nosotros,
cada uno de los bautizados somos Iglesia; a nosotros nos compete anunciar el
Reino de Dios, el evangelio, a toda criatura. ¿Me siento Iglesia? ¿O soy de
aquellos que dice “Dios sí, y Jesucristo también, pero la Iglesia…” No puedo
definir la Iglesia desde solo su aspecto externo, menos desde lo que dicen o
retratan los medios de comunicación ajenos o contrarios a ella. La Iglesia
recibió el don del Espíritu Santo, es sacramento y signo de la presencia del
Padre el Hijo y el Espíritu Santo en el mundo. Sacramento de gracia de Dios,
que realiza continuamente la unidad, la comunión, el amor; es instrumento de
gracia de Dios en los sacramentos, para la santificación de cada uno, y también
del mundo… Es una comunidad, un pueblo de Dios, una familia no amorfa o
anárquica, sino bien estructurada, donde cada uno tiene una misión. ¿Me siento
Iglesia?, ¿Soy testigo?, ¿Trato de transmitir la fe?
Y una
tercera ampliación de la pregunta de Jesús: ¿Qué digo del papa?”. ¿Estoy en los
niveles de juzgarlo y criticarlo como un ajeno, desde fuera? Jesucristo a Pedro
le cambió de nombre, le dio una misión del todo especial, que muy pronto dejó
patente. Cuando en Pentecostés predica a Jesucristo muerto y resucitado y se
una multitud que le escucha arrepentida. El papa es una persona humana con
cualidades humanas propias; pero está investido de gracia y carisma especial
para presidir a todos en la caridad y en la unidad. El papa tiene un deber,
pero un deber animado por el Espíritu
Santo, para presidir a los obispos y a todos los fieles en la unidad y en la
caridad. No debemos juzgar al papa por
sus cualidades humanas, sino aceptarlo, recibirlo y obedecerlo; ayudarlo y
colaborar con él en las consignas y enseñanza que emite. Porque el Espíritu
Santo lo asiste de manera especial.
“¿Y vosotros quién decís que soy yo?” Al final, llegamos al núcleo esencial, a la piedra angular: Cristo
Jesús. Mirad cómo Jesucristo, en primer lugar examina a Pedro. Pedro responde:
“Tu eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Cuando Pedro, inspirado por Dios
mismo da la respuesta exacta y verdadera, Jesucristo le encomienda ser cabeza,
de la Iglesia, para presidirnos a todos en la caridad. Lo esencial es creer en Jesús, en el Jesús que nos ha
dicho y nos ha manifestado Pedro, el Papa, en definitiva la fe de la Iglesia. Una
pregunta que para responder no de memoria, sino desde el corazón y desde los
hechos, desde las obras que yo hago, desde la
conducta que yo vivo y practico en mi vida. Jesús esta mañana nos
pregunta a todos y a cada uno individualmente: Vosotros: ¿Quién decís que soy
yo?