-Textos:
-Dan 7, 9-10. 13-14
-Sal 96,
-2 Pe 1, 16-19
-Mt 17, 1-9
“Este es mi
Hijo, El amado, mi predilecto. Escuchadlo”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos:
Muchos jóvenes navarros, más de dos mil hoy, con el
papa en Lisboa, y muchos jóvenes y mayores de nuestros pueblos en fiestas
populares y religiosas.
Nosotros celebramos en este domingo, La Transfiguración
del Señor en el monte Tabor ante los tres apóstoles más incondicionales de
Jesús, Pedro, Santiago y Juan.
Jesús quiso manifestar este milagro, justo después
de que Pedro confesara a la pregunta de Jesús: ¿Quién decís que soy Yo?, y contestara,
con pleno acierto: “Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo”.
Pero inmediatamente, Jesús anuncia que Él, el Hijo
del Hombre, en Jerusalén, va a padecer mucho, va a ser condenado y ejecutado y
resucitará al tercer día. Estas palabras dejaron a sus discípulos muy desconcertados. Jesús,
entonces, para confirmarlos en la fe en Él, realiza este milagro de la
Transfiguración. En el Tabor los tres apóstoles ven a Jesús resucitado. Les
hace ver como se dijéramos, el final de la historia de Jesús: resplandeciente, resucitado
y lleno de la gloria divina que le corresponde
y que había ocultado desde el momento de su encarnación y nacimiento en
Belén.
Pero además, los tres apóstoles escuchan la voz
del testigo más digno de crédito que se
puede pensar, la voz del Padre Dios que dice: -“Este es mi Hijo, El amado, mi predilecto. Escuchadlo”
Esta declaración de Dios Padre, y esta visión de
Cristo Resucitado, de momento confirmó a los discípulos en la fe en Jesús, pero no tan firmemente como
para resistir la prueba de ver a Jesús, apresado, condenado y muerto.
Pero sirvió para que una vez que lo volvieron ver
resucitado, pudieran decir: “Sí, ya nos lo había dicho”.
Sí, hermanas y hermanos, creemos en Jesucristo que
ha vencido a la muerte y al pecado, y ha resucitado, como Señor y Salvador del
mundo. Pero creemos en Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que para alcanzar
ese triunfo y esa victoria que nos devuelve a todos la alegría de la fe y la
esperanza de una vida feliz en el cielo, nos dice tenemos que pasar por las
penas, las dificultades, que tiene la vida aquí en este mundo. Sobre todo, si la queremos vivir practicando
el amor y el perdón, la misericordia para con los necesitados, y trabajando con
honradez y con justicia.
Sí hermanos necesitamos: Escuchar esta mañana, las
palabras de Dios en el Tabor: -“Este es
mi Hijo, El amado, mi predilecto. Escuchadlo”.
Muchos pueblos de nuestra tierra están en fiestas, ¿Tendrán
en cuenta suficientemente, la dimensión religiosas de las fiestas o se quedarán
solo en la lo que tienen de diversión? Miles de jóvenes han acudido a rezar con
el papa, Francisco, y a escucharle, cuando vuelvan a la vida ordinaria, ¿serán
capaces de perseverar en la fe en Jesucristo y en las enseñanzas que han
escuchado y con tanto entusiasmo han recibido?
En
la eucaristía, se hace presente Jesús, el Crucificado y el resucitado: No
tengamos miedo, él mismo nos dice: “Sin mí no podéis hacer nada. Pero contigo,
Señor, lo podemos todos” Vamos a la eucaristía.