-Textos:
-1 Re 19, 9a. 11-13ª
-Sal 84, 9ab-10. 11-14
-Ro 9, 1-5
- 14, 22-33:
“¡Ven!”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
El evangelio
que acabamos de leer es muy conocido, con frases interpelantes fáciles de
aplicar simbólicamente a nuestra vida concreta. Y muy apropiadas para hacer
oración
Para los hebreos el mar era el símbolo del mal. Las tormenta provocaban los naufragios, el mar estaba habitado por animales horribles, el mar era el espacio del maligno, del demonio; el mar símbolo del mal.
En este contexto, San Mateo nos cuenta este relato en el que narra unos hechos vividos por Jesús y sus discípulos, cargados de significado simbólico que nos llevan a percibir en ellos enseñanzas que confirman la fe en Jesús como Mesías y Salvador.
Jesús se había
quedado en el monte rezando, los discípulos en el lago navegaban con mucha
dificultad con el viento en contra. Cuando empezaba a amanecer los discípulos
en la barca, símbolo de la iglesia, atisban a Jesús de pie, andando sobre las
aguas. Jesús camina de pie sobre la superficie del mar, él no se hunde, porque
es el Señor del mar y del mal.
Los discípulos
no lo ven muy claro y creen que es un fantasma. Se asustan y él les grita: “Ánimo, no tengáis miedo, soy yo”.
Pedro, asustado también, pero decidido a salir
de dudas, le grita: “Señor, si
eres tú, mándame ir a ti sobre el agua”. Y Jesús le dijo: “Ven”. “Ven”: una
sola palabra, es palabra de Jesús, de Dios, pero solo una palabra. Jesús está
distante de la barca, no se hunde; Pedro
está en la barca, símbolo de la Iglesia, con
la comunidad, con el grupo de discípulos, más o menos seguro. Entre
Pedro y Jesús el mar, el seno del mal, y el viento violentos y revueltos.
En los oídos de
Pedro resuena la palabra de Jesús: “¡Ven!”.
Pedro, en un primer momento no duda. Ha
oído la palabra de Dios, la palabra de Jesús. Salta de la barca y se lanza al
mar. Se fía de la palabra de Jesús y Pedro tampoco se hunde, camina sobre la
superficie del mar, del peligroso mar, símbolo del mal y del mundo maléfico. Y
Pedro apoyado en la palabra de Jesús, ¡Ven!, camina sobre las aguas, el mar, el
mal, no lo ahoga.
Pero el viento
arrecia, el mar se embravece, Pedro piensa en sí mismo, en su seguridad, más
que en la voz de Jesús que le dice: “Ven”. Y Pedro comienza a hundirse bajo las
aguas, y grita: “Señor, sálvame”. “Enseguida, Jesús extendió la mano, lo
agarró y le dijo: ¡Hombre de peca fe! ¿Por qué has dudado?
Está muy clara la lección que sacamos de esta escena: La palabra de Dios, Jesús, domina el mal y libra del mal, simbolizado en el mar. La palabra de Dios, la palabra de Jesús, hoy nos dice a todos: “¡Ven, ven a mí! Y podrás vencer el mal que te rodea en el mundo.
De hecho, los discípulos que estaban en la barca, en la Iglesia, recibieron a Jesús y postrados a sus pies, lo alabaron con una confesión de fe: ¡Realmente, eres Hijo de Dios!