-Textos:
-Ap 11, 19a; 12, 11.3-6a. 10ab
-Sal
44, 10bc. 11-12ab.16
-Co 15, 20-27ª
-Lc 1, 39-56
“Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo
todavía peregrino en la tierra”
La fiesta de la
Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, en la liturgia de la
eucaristía, y también en las fiestas de los pueblos respiran a pleno pulmón
alegría y esperanza. Necesitamos fiestas como esta de la Virgen de Agosto.
Necesitamos esperanza y alegría.
La lectura del
Apocalipsis que hemos escuchado, y que nos resulta a veces tan difícil de
interpretar, dice: “Se abrió en el cielo
el santuario de Dios y en su santuario
apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el
cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada de doce
estrellas… “ Imágenes esplendentes, grandiosas, que predisponen nuestra
imaginación para ver algo grande y bueno. Los especialistas dicen que esta
mujer que viene del cielo tan bella es la Iglesia triunfante, y es también, la
Virgen María, que engendró y dio a luz al mismo Hijo de Dios, y por eso, se
hizo merecedora de ser coronada por los Doce apóstoles. Por eso María, en la
visita a su prima santa Isabel, canta jubilosa y alegre: “Mi alma glorifica al Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque el Señor ha hecho cosas grandes en la humildad de su esclava”
Sí, la
Asunción de María invita a la alegría y a la esperanza. María, después de su muerte, es ascendida al cielo
en cuerpo y alma y goza ya plenamente de Dios. La primera resucitada, porque es
la primera que goza en el cielo no solo su alma, sino su alma y su cuerpo.
Lo que ha
hecho con ella, Dios, lo quiere hacer con todos los hombres. Por eso la Virgen
de la Asunción nos llena de alegría y esperanza. La asunción de la Virgen es
creer que es posible, para todos, la salvación y la felicidad plenas y eternas.
Es creer que Dios es fiel y cumple su
proyecto sobre el mundo y la historia.
Es una respuesta
a los pesimistas, que todo lo ven negro. Es una respuesta a los materialistas,
que no creen más que en lo que se ve y se palpa, ciencia, medicina, dinero y
salud. En este mundo hay algo que trasciende nuestras fuerzas y que nos lleva
más allá. Es la prueba de que en Dios el destino del hombre no es la muerte,
sino la vida, y que es toda la persona, alma y cuerpo, la que está destinada a
la vida completa eterna y feliz.
En María ya ha sucedido,
en nosotros no sabemos cómo ni cuándo sucederá. Pero tenemos plena confianza en
Dios, lo que ha hecho en María quiere hacerlo también en nosotros. Para nuestra
vida, Dios tiene previsto un final feliz.
María está
presente, debe estar presente, en
nuestro camino como lo estuvo en el de su Hijo: Con su ejemplo con su
intercesión y su auxilio maternos. Alegrémonos y vivamos la fiesta.