-Textos:
-Ez 33, 7-9
-Sal 94, 1-2. 6-9
-Ro 13, 8-10
-Mt 18, 15-20
“Si
tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas… “
La situación de nuestros prójimos nos
atañe y nos importa. Si somos cristianos, mucho más. La pregunta de Dios a
Caín, en la primera página de la Biblia pesa sobre la conciencia de todo ser
humano: “¿Dónde está tu hermano?” Y
la respuesta de Caín a Dios estremece y contradice los sentimientos más
naturales del corazón humano, a la vez que explica muchos de los males que
padece nuestra sociedad: “No sé; ¿soy yo
el guardián de mi hermano?
Sí, somos guardianes
de nuestros prójimos. Dios es Padre de todos y todos somos hijos suyos creados por él. Pero es que
además, nosotros los cristianos somos miembros del cuerpo místico de Cristo. San
Pablo nos ha dicho en la segunda lectura: “A
nadie debáis nada más que amor… De hecho, el “no cometerás adulterio, no
matarás, no robarás, no envidiarás” y todos los mandamientos que hay se resumen
en esta frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Por eso, nos debe
doler el pecado de nuestro hermano.
Nos hemos de sentir
interpelados si nuestro hermano pasa hambre, está solo, le falta trabajo o
sufre por la desgracia de sus hijos. Pero debe dolernos tanto y más, si nuestro
hermano lleva una vida contraria a los mandamientos, y a las enseñanzas de
Jesús en el evangelio.
Jesús en evangelio
de hoy nos dice que el amor y la verdadera caridad han de llevarnos a corregir al hermano, pero
además han de inspirarnos el modo de hacerlo. Lo que importa es que el hermano
cambie de conducta y recupere la alegría de vivir de acuerdo con el evangelio.
El amor verdadero nos inspirará el mejor modo para que nuestro hermano nos
acepte, nos escuche y rectifique su comportamiento sin que se sienta humillado.
Queridos hermanos:
En medio de una sociedad, como la nuestra, en la que a título de tolerancia y
respeto nos inhibimos y se deja que tantos prójimos practiquen una mala vida
contraria a la ley de Dios y a las enseñanzas de Jesús, la voluntad de
Jesucristo es que dentro de la comunidad cristiana los miembros que la formamos
vivamos de tal manera el amor cristiano que nos ayudemos de verdad a vivir una conducta conforme al evangelio y
que haga bien a la sociedad
Vosotras, queridas
hermanas benedictinas, bien sabéis hasta qué punto la comunidad monástica,
según la mente de S. Benito y de otros
Padres han inculcado la caridad fraterna, y sabéis muy bien hasta qué punto es delicado y
difícil practicarla.
Pero todos los
cristianos estamos urgidos a ponerla en práctica. Necesitamos ánimo, valentía y
confianza en Dios. Hemos escuchado a san Pablo en la segunda lectura: “A nadie debáis nada, más que amor mutuo;
porque el que ama ha cumplido el resto de la ley…. La plenitud de la ley es el
amor.”