-Textos:
-Is
55, 6-9
-Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18
-Fi 1, 20c-24. 27ª
-Mt 20, 11-15
“Cuanto dista el cielo de la
tierra, así distan mis caminos de vuestros caminos”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
La
parábola que acabamos de escuchar sobre el amo que envía jornaleros a su viña
nos desconcierta, y casi nos escandaliza Nos parece que el amo de la viña, que
representa a Dios Padre, hace una injusticia, o un agravio comparativo, al dar
a los obreros que no han trabajado en la
viña poco más que una hora, lo mismo que a los que han estado trabajando de sol
a sol, todo el día.
Jesús
no quiere hablarnos de Justicia social, ni de normas laborales. Sino que va
dirigida al fariseo legalista, que cree que porque cumple correctamente todas las leyes de su religión ya tiene
derecho a exigir a Dios que lo premie y le abra las puertas del cielo.
En
el fariseo, en la mentalidad farisea hay un espíritu mercantilista: “Do ut des”
(te doy para que me des). También un orgullo notable: Yo, con mis fuerzas, con
mis obras, soy capaz de alcanzar la vida eterna. Yo no pongo la confianza en
Dios, en su amor y en su misericordia; yo me fío de mí y en mis obras.
San
Juan en su evangelio nos escribe unas palabra conmovedoras en el diálogo de
Jesús con Nicodemo: “-Porque tanto amó Dios
al mundo que entregó a su Unigénito. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo,
para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.
Y Jesús, el
Hijo de Dios, vino al mundo y topó con los fariseos. Por eso, además de la parábola
de hoy, habló de otras que insisten en
lo mismo, tales como la del Hijo pródigo, y otra tan ilustrativas como la del
“Fariseo y el publicano”, en la que Jesús se decanta tan claramente por la
humildad del publicano y reprocha la autosuficiencia del fariseo.
Dios
es amor, y es también justicia, y también
misericordia y santidad en grado infinito. Y porque es amor infinito compatibiliza perfectamente
misericordia y justicia. Cosa que a nosotros, que somos humanos, limitados y
pecadores no logramos compatibilizar perfectamente una virtud y otra.
Por
eso nos es tan importante la humildad, y tan perniciosos el orgullo y la
autosuficiencia farisea, que perviven en la sociedad de hoy, como en la sociedad
de los tiempos de Jesús.
La
humildad nos lleva a confiar en Dios, a aceptar que “Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan sus caminos de los
nuestros”, a poner en práctica las
enseñanzas de Jesús, y a imitar su vida: “Yo
estoy en medio de vosotros como el que sirve”.