-Textos:
-Ex 22, 21-26
-Tes 1, 5c-10
-Mt 22, 34-40
“Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?, ¿Cuál es el objetivo, la meta, el deseo, la ambición más importante que persigo en mi vida? ¿El dinero?, ¿la familia?, el prestigio profesional?, ¿la buena imagen y la consideración de los demás?, ¿una jubilación tranquila?, ¿la justicia?, ¿servir a los demás?, ¿alabar al Señor?
“Amarás al
Señor, tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El
segundo es semejante a él: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.
Dios no solo nos manda amar, sino que primero y sobre todo nos da la
capacidad de amar. La última palabra de nuestro corazón no es el egoísmo, sino
el amor. Somos imagen de Dios, Dios es amor, nuestra vocación fundamental es el
amor. Por eso podemos amar.
Pero el corazón humano es muy
complicado. En él anidan también otros sentimientos y otras inclinaciones
perversas, que en apariencia nos proporcionan felicidad, pero a la larga
nos hacen daño a nosotros y a los demás.
Por eso tenemos que decir, que la vida es tarea de amor. Vivimos para
amar y vivir es aprender a amar.
Entonces, ¿Qué es el amor? Todos entendemos algo de amor, pero ¿Cuál
es el verdadero amor? Nosotros los cristianos lo tenemos muy claro: -“Amor, el
de Cristo”. Jesucristo en toda su vida
no tuvo otro objetivo que cumplir la voluntad de su Padre Dios, dio la vida por
sus amigos y murió perdonando a sus enemigos. Jesucristo amó a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a sí mismo, y más que a si mismo.
Por eso Jesucristo ha dicho: El segundo es semejante a él: “Amarás al
prójimo como a ti mismo”. Lo sabemos muy bien: en la religión cristiana el
amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. No se puede amar a Dios si no
amamos al prójimo. Precisamente porque amamos a Dios, hemos de amar a todo lo
que Dios ama y como Dios lo ama.
Lo dice muy claro la primera epístola de San Juan: “Cómo puedes decir que amas a Dios a quien
no ves, si no amas al prójimo a quien ves?” (1 Jn 4, 20). Solo del amor a
Dios puede nacer el amor al prójimo como respuesta. Pero el amor al prójimo es
el camino imprescindible para amar a Dios. “El cerrar los ojos al prójimo nos
convierte también en ciegos ante Dios”, es frase de Benedicto XVI.
Y en este amor al prójimo, el compromiso por la justicia y la
preferencia por los pobres es lo primero. “No
oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en
Egipto. Si prestas dinero… a un pobre que habita contigo, no serás con él
usurero…”. Jesucristo es más contundente: “Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te
dimos de beber?... ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?...
–En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo
lo hicisteis” (Mt 25, 37-40).
Y una última nota para terminar: Benedicto XVI escribió en su día: “
En el culto mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros. Una
eucaristía que no comparte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria”.