-Textos:
-Is 5, 1-7
-Sal 79, 9. 12-16. 19-20
-Fil 4, 6-9
-Mt 21, 33-43
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con
aquellos viñadores?
Queridas hermanas y
queridos hermanos, todos:
Estos días
nos encontramos, al menos en mi pueblo, en plena vendimia. En la primera
lectura, hemos podido apreciar uno de los más hermosos poemas que nos trae la
Biblia en el Antiguo testamento: un canto de amor a la viña.
Jesús en el evangelio asume este canto y lo convierte
en parábola. En unas circunstancias en
las que se encuentra ya en Jerusalén y en abierta polémica con los jefes
religiosos más autorizados de la ciudad, sacerdotes e intérpretes de la
Ley.
Estos, según la parábola de Jesús, son los
viñadores, arrendatarios de la viña, que han rechazado, lapidado y matado uno
tras otro a los profetas, enviados por el
dueño, que es Dios. También se ha atrevido a matar al Hijo. Los viñadores
se niegan a dar los frutos debidos al
dueño y además quiere apropiarse de la viña. Es decir, rechaza absolutamente a
Jesús y quiere seguir siendo los intérpretes
y directores únicos de la religión judía.
Así termina la parábola; y tengamos en cuenta, en
definitiva se trata del re chazo total, de la muerte del Hijo, de Jesús.
La respuesta de Dios al rechazo de Jesús, será en
primer lugar, resucitar a Jesús de entre los muertos y convertirlo en piedra
angular para la salvación de todos.
Pero, además, y esto es muy importante, Dios, el
Dueño de la viña, decidido a llevar adelante el proyecto de salvar al mundo,
quitará la viña a Israel, y la entregará a un pueblo que dé frutos.
Esta respuesta de entregar la viña, el mundo, a
otros que den frutos, tiene una primera y clara interpretación. Se trata de la
Iglesia que funda Jesús, cuando dice a Simón: “Ahora te llamarás Pedro y en esta piedra edificaré mi Iglesia”. Y cuando
dice a todos los discípulos, a todos los bautizados: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.
Esta respuesta de “entregar a otros que den frutos”,
nos compromete a toda la Iglesia, en general, y a cada uno de los bautizados en
particular.
La Iglesia, en estos
momentos, en estos días
precisamente, está en la tarea sumamente importante de llevar en Roma a buen
puerto la Asamblea del Sínodo. Para nosotros, ahora es el momento, sobre todo
de rezar para que esta Iglesia, fundada por el mismo Jesucristo, dé ciertamente
buenos frutos.
En segundo lugar la parábola nos compromete en
singular a cada uno de nosotros: “¿Somos lo que decimos que debemos ser:
factores y signos de unión, de amor fraterno y de perdón? San Pablo nos dice en
la segunda lectura con espíritu generoso y acogedor: “Hermanos: todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, todo lo
que es virtud o mérito lo tengamos en cuenta… sea en hermanos cristianos, sea en personas de buena voluntad.
Y un punto
final: Para que nuestra vida pueda dar frutos, y no agrazones ácidos y amargos,
es preciso cimentarla bien en Cristo
Jesús: Él dijo en otro momento: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Si
permanecéis unidos a mí, daréis fruto”.