domingo, 26 de noviembre de 2023

FIESTA DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO T.O (A)

-Textos:

            -Ez 34, 11-12. 15-17

            -Sal 22, 1b-3. 5-6

            -1 Co 15, 20-26. 28

            -Mt 25, 31-46

-“Venid vosotros benditos de mi Padre… Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber…

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En este domingo final del año litúrgico celebramos la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Es una fiesta que afecta primero a Jesucristo, muerto y resucitado, que Reina ya desde el cielo y que al final de los tiempos será  reconocido por todos como  Rey y Señor del universo entero. Pero además es una fiesta de alegría y esperanza para nosotros que al final seremos juzgados según nuestras obras por Jesús que nos ama tanto que dio la vida por nosotros.

Esta verdad que confesamos en el credo es la fiesta que celebramos en este domingo de Jesucristo Rey del Universo.

Pero atribuir a Jesucristo el título de rey no debemos pensar que Jesucristo es Rey como los reyes de este mundo.

La primera lectura es sumamente clara y aleccionadora: Jesucristo es Rey como un buen pastor, como el mejor  buen pastor que apacienta y cuida  a sus ovejas, con amor y cariño: “Yo mismo, dice el Señor,  buscaré a mi rebaño y lo cuidaré… Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las y las haré reposar…Buscaré a la oveja perdida, recogeré a la descarriada, vendaré  las  heridas, fortaleceré a la enferma,… la  apacentaré con justicia…”. Así es Jesucristo nuestro Rey, en el que creemos, y el que nos juzgará al final de nuestro paso por la vida.

Porque Jesucristo nuestro Rey  cree en el amor, cree en su amor, amor divino y amor humano, más fuerte que la muerte. Amor compatible con la justicia, que nos juzgará según nuestras obras, pero que no dejará de ser un juicio de amor.

¿Cuál es el criterio de Jesús a la hora de juzgarnos a todos?

El evangelio que hemos escuchado hoy es uno de los evangelios más bellos y más interpelantes de los que él nos ha dejado. Válido para nosotros los bautizados, seguidores de Jesucristo, y válido para todos los hombres y mujeres de todo el mundo y de todos los tiempos: “Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el Reino que os tengo preparado, tuve sed y me distéis de  beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme…”. Porque cada vez que lo hicisteis con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis… Y entonces dirá a os de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al  fuego eterno que os tengo preparado… Entonces también dirá estos; ¿Cuándo te vimos con hambre o con sed, y no te asistimos….? “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.

El mensaje definitivo de estas palabras de Jesús se resume en dos afirmaciones: primera, son de Jesús los que ponen su vida al servicio de los demás y, principalmente de los más menesterosos; segundo, los que no lo hacen y no echan una mano al que lo necesita, sino que viven para sí mismos, por más que digan “Señor, Señor”,  no son de Jesús, Jesús no los reconoce.

domingo, 19 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXIII, T.O.

-Textos:

            -Pro 31, 10-13. 19-20. 30-31

            -Sal 127, 1b-5

            -1 Tes, 1-6

            -t 25, 14-30

 “Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ”Señor , dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos” Su Señor le dijo: “Bien siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante, entra en el gozo de tu Señor”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Estamos en el último domingo del año litúrgico, el próximo celebraremos la fiesta de Jesucristo Rey del universo.

La parábola de Jesús en este evangelio nos habla del juicio final. No nos suele parecer un tema interesante y agradable, más bien preferimos dejarlo de lado. Sin embargo, nos es altamente conveniente, necesario y esperanzador. Porque  Jesús nos da la clave para que podamos presentarnos ante Dios con la garantía de poder escuchar a Dios, nuestro Padre  que nos dice: “Bien siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante, entra en el gozo de tu Señor”.

Sí, Dios quiere que todos entremos  en el gozo y la felicidad que da estar con Él y ante Él eternamente felices. Y Jesucristo, su Hijo, vencedor de la muerte y del pecado, nos indica el camino.

¿Qué nos dice que hagamos? Que  cumplamos con responsabilidad y valentía la misión que nos ha encomendado en esta vida. En esta vida, que a veces la sentimos como un valle de lágrimas, no es solo eso, sino además, en realidad y en el fondo, es una vocación y una misión. Todos tenemos una misión en este mundo, y además todos tenemos cualidades suficientes para cumplir esa misión. Para Dios todos somos importantes y cuenta con nosotros para hacer de este mundo un mundo mejor que quedará transformado en el Reino de Dios, en un cielo nuevo y una tierra nueva. Él, nuestro Dios, lo ha prometido y lo hará. Para eso ha enviado a su Hijo Jesucristo.  Porque tanto  amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.

Dios quiere que nos salvemos todos por Jesucristo y Jesucristo cuenta con nosotros y nos llama. Nos llama  a todos, todos tenemos vocación. El bautismo que hemos recibido es la muestra y el certificado. Jesucristo cuenta con nosotros y nos encomienda una misión, un encargo, una tarea en esta vida.

¿Cuál es esta misión? Ser testigos de la fe, de la fe en Dios y en su Hijo Jesucristo. Cumplir los mandamientos, vivir las bienaventuranzas, atender la voz de Jesucristo que nos dice: “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis…”.

Este es el encargo del Señor, que quiere que lo cumplamos valientemente y aun corriendo riesgos y esforzándonos, aunque sea ir muy a contracorriente del mundo.

Tenemos que estar muy atentos de lo que dice el dueño de la parábola al obrero que, por miedo y amedrentado, lejos de hacer rendir al dinero que le encomienda, lo entierra por miedo y lo deja improductivo: “A ese siervo inútil echarlo fuera”.

Sigamos los consejos de San Pablo en la  segunda lectura: “Que ese día  no nos sorprenda como un ladrón…No nos coja dormidos…, sino estemos en vela y vivamos sobriamente”.

 

domingo, 5 de noviembre de 2023

DOMINGO XXXI T.O. (A)

-Textos:

            -Mal 1, 14b-2, 2b. 8-10

            -Sal 130p, 1b-3

            -2, 7b-9. 13

            -Mt 23, 1-12

 

“El primero entre vosotros será vuestro servidor

Tres grupos de personas quedan retratados en las lecturas que acabamos de escuchar.

El primero se refiere a los sacerdotes, escribas y fariseos: Malaquías, refiriéndose a los sacerdotes de su tiempo, dice: “Vosotros os habéis desviado del camino… y habéis servido de tropiezo a muchos”; Jesús, habla a los letrados y fariseos contemporáneos suyos y les atribuye este rasgo: “No hacen lo que dicen”.

El segundo grupo está descrito en la Carta de S. Pablo a los Tesalonicenses y se refiere  a él mismo y a sus compañeros  en  la predicación del Evangelio. Dice así: “Os tratamos con delicadeza, como madre que cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el evangelio de Dios sino nuestras propias personas”.

El tercer grupo es el de los miembros de la comunidad de Tesalónica, que Pablo ha formado. De ellos dice S. pablo dos rasgos importantes: “Al recibir la Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino , cual es en verdad, como Palabra de Dios”. Y añade una segunda cualidad: (Esta Palabra) “permanece operante en vosotros”.

Salvando las diferencias en el tiempo y en las situaciones, cabe sin embargo aplicar en buena medida el mensaje de estas lecturas a cuantos hoy somos seguidores de Jesús y miembros de la Iglesia:

Los sacerdotes y también los especialistas en la Biblia y en la teología haremos bien si nos examinamos con humildad ante palabras como las de Malaquías: “Os apartasteis del camino y habéis hecho tropezar a muchos”, y también con la de Jesús: “Lían fardos insoportables  y se los cargan a la gente…·; “Les gustan los primeros puestos en los banquetes… y que les llamen maestro”. Pero será muchos más provechoso para nosotros examinarnos en positivo con las palabras de Pablo: “Os tratamos con delicadeza, como madre que cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el evangelio de Dios sino nuestras propias personas”.

 Vosotros, queridos hermanos y hermanas, nos haréis un gran bien si oráis por los sacerdotes y por todos los que, por vocación y ministerio, nos dedicamos a proponeros y explicaros la Palabra de Dios, y a Jesucristo y su Evangelio.

Pero también vosotros haréis bien en tomar como punto de examen esas palabras tan bellas y laudatorias que dirige S. Pablo a su querida comunidad de Tesalónica. ¿Os las podéis aplicar con verdad? : “Al recibir la Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino , cual es en verdad, como Palabra de Dios”. Y añade en seguida: (Esta Palabra) “permanece operante en vosotros?”.

¿Se pueden decir de vosotros estos mismos elogios?

Finalmente, hermanos, pongamos la atención en algunas de las recomendaciones de Jesús que son adecuadas y convenientes para todos indistintamente: sacerdotes, teólogos, catequistas, empresarios, padres de familia, jóvenes y mayores, para todo el pueblo de Dios: “El primero entre vosotros será vuestro servidor”; “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Jesús es el sacerdote santo, Jesús es el Maestro coherente, que cumple lo que predica, Jesús  es el Siervo que se pone a los pies de sus discípulos y se humilla hasta la muerte y muerte de Cruz. ¡Jesús es el Señor! Lo confesamos en el “Credo” y lo comulgamos en la eucaristía; así recibimos la fuerza necesaria para poner en práctica sus enseñanzas.

 

 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 

-Textos:

                -Ap 7, 2-4. 9-14

                -Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6

                -1 Jn 3, 1-3

                -Mt 5, 1-12ª

 

“Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy celebramos una fiesta grande y gozosa. Y ojalá que todos los niños y niñas que ayer participaban en las escuelas en el “halowey”, sean traídos a participar de esta fiesta cristina tan significativa y aleccionadora, que celebramos hoy, los católicos, en nuestras iglesias.

En el evangelio hemos podido escuchar unas afirmaciones siempre sorprendentes, por más que casi nos la sabemos de memoria: Bienaventurados los pobres  que confían en Dios, bienaventurados los que lloran, bienaventurados  los misericordiosos y los limpios de corazón y bienaventurados…” Y podemos añadir también otro texto de San Mateo: “Venid  vosotros benditos de mi Padre… Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui forastero y me hospedasteis… enfermo y vinisteis a verme…

Pero sí, queridos hermanos: Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos, de tantos hombres y mujeres, -el Apocalipsis nos ha dicho que son miríadas y miríadas, miles, innumerables.

Empecemos todos por hacernos una pregunta: ¿Queremos, intentamos todos ser santos, ser santas?

No hablamos solo de santos de altar: Son, cierto, los  santos y santas de altar, pero son, además y sobre todo, gente de la calle, quizá vecinos y familiares nuestros que trabajan honradamente y se sacrifican por sacar adelante la familia; matrimonios que  se privan del ocio, para poder dar a los hijos una formación humana y religiosa que los prepare para la vida; abuelos que desembolsan sus ahorros en favor de  sus hijos que se han quedado en el paro… Y en otro campo de la de nuestro vasto mundo: los misioneros y voluntarios que eligen vivir pobres con los pobres, incluso arriesgando su salud y su futuro; y como vosotras, queridas hermanas, que habéis elegido  la clausura y el silencio para dejar patente que la verdadera riqueza es Cristo, y que viviendo en pobreza y ejercitando el amor fraterno, se puede ser feliz, con temple para cantar y alabar a Dios.

Sí, es verdad, no seamos pesimistas. La Iglesia vive y está animada por el Espíritu Santo: los pobres son evangelizados, y las bienaventuranzas son un camino de felicidad. Hoy y en nuestra sociedad lo han seguido y lo siguen  muchos, muchísimos. Unos porque han conocido a Jesucristo, han creído en él y en sus palabras, y se han esforzado seriamente para seguirlo con la mayor humildad y radicalidad, otros porque escuchan la voz de su conciencia, reconocen la dignidad y el respeto que merecen todos los hombres y mujeres y, en el fondo, viven el espíritu de las bienaventuranzas y el precepto del amor al entregarse al servicio de los prójimo necesitados del bien y de la justicia.

Queridos hermanos: Fiesta de Todos los Santos, fiesta de gozo y de triunfo. Ser santos y santas está a nuestro alcance.

Demos gracias a Dios en esta eucaristía: Hoy  quedan patentes  el triunfo de Jesucristo, la fuerza humanizadora de su Evangelio, la firme seguridad de que hay un camino de felicidad verdadera ya en esta vida, y la alentadora esperanza de que Dios es fiel a sus promesas y colma la felicidad de los santos en el cielo.

 

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