-Textos:
-Mal 1, 14b-2, 2b.
8-10
-Sal 130p, 1b-3
-2, 7b-9. 13
-Mt 23, 1-12
“El primero entre
vosotros será vuestro servidor
Tres grupos de personas quedan retratados en las
lecturas que acabamos de escuchar.
El primero se refiere a los sacerdotes, escribas y
fariseos: Malaquías, refiriéndose a los sacerdotes de su tiempo, dice: “Vosotros os habéis desviado del camino… y
habéis servido de tropiezo a muchos”; Jesús, habla a los letrados y
fariseos contemporáneos suyos y les atribuye este rasgo: “No hacen lo que dicen”.
El segundo grupo está descrito en la Carta de S.
Pablo a los Tesalonicenses y se refiere
a él mismo y a sus compañeros
en la predicación del Evangelio.
Dice así: “Os tratamos con delicadeza,
como madre que cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos
entregaros no sólo el evangelio de Dios sino nuestras propias personas”.
El tercer grupo es el de los miembros de la
comunidad de Tesalónica, que Pablo ha formado. De ellos dice S. pablo dos
rasgos importantes: “Al recibir la
Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino , cual es en verdad, como Palabra de
Dios”. Y añade una segunda cualidad: (Esta
Palabra) “permanece operante en vosotros”.
Salvando las diferencias en el tiempo y en las
situaciones, cabe sin embargo aplicar en buena medida el mensaje de estas
lecturas a cuantos hoy somos seguidores de Jesús y miembros de la Iglesia:
Los sacerdotes y también los especialistas en la
Biblia y en la teología haremos bien si nos examinamos con humildad ante
palabras como las de Malaquías: “Os
apartasteis del camino y habéis hecho tropezar a muchos”, y también con la
de Jesús: “Lían fardos insoportables y se los cargan a la gente…·; “Les gustan los
primeros puestos en los banquetes… y que les llamen maestro”. Pero será
muchos más provechoso para nosotros examinarnos en positivo con las palabras de
Pablo: “Os tratamos con delicadeza, como
madre que cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos
entregaros no sólo el evangelio de Dios sino nuestras propias personas”.
Vosotros, queridos hermanos y hermanas, nos haréis
un gran bien si oráis por los sacerdotes y por todos los que, por vocación y
ministerio, nos dedicamos a proponeros y explicaros la Palabra de Dios, y a
Jesucristo y su Evangelio.
Pero también vosotros haréis bien en tomar como
punto de examen esas palabras tan bellas y laudatorias que dirige S. Pablo a su
querida comunidad de Tesalónica. ¿Os las podéis aplicar con verdad? : “Al recibir la Palabra de Dios, que os
predicamos, la acogisteis no como
palabra de hombre, sino , cual es en verdad, como Palabra de Dios”. Y añade
en seguida: (Esta Palabra) “permanece
operante en vosotros?”.
¿Se pueden decir de vosotros estos mismos elogios?
Finalmente, hermanos, pongamos la atención en
algunas de las recomendaciones de Jesús que son adecuadas y convenientes para
todos indistintamente: sacerdotes, teólogos, catequistas, empresarios, padres
de familia, jóvenes y mayores, para todo el pueblo de Dios: “El primero entre vosotros será vuestro
servidor”; “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido”.
Jesús es el sacerdote santo, Jesús es el Maestro
coherente, que cumple lo que predica, Jesús
es el Siervo que se pone a los pies de sus discípulos y se humilla hasta
la muerte y muerte de Cruz. ¡Jesús es el Señor! Lo confesamos en el “Credo” y
lo comulgamos en la eucaristía; así recibimos la fuerza necesaria para poner en
práctica sus enseñanzas.