-Textos:
-Ap 7, 2-4. 9-14
-Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
-1 Jn 3, 1-3
-Mt 5, 1-12ª
“Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque
de ellos es el Reino de los cielos”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy celebramos
una fiesta grande y gozosa. Y ojalá que todos los niños y niñas que ayer
participaban en las escuelas en el “halowey”, sean traídos a participar de esta
fiesta cristina tan significativa y aleccionadora, que celebramos hoy, los
católicos, en nuestras iglesias.
En el evangelio
hemos podido escuchar unas afirmaciones siempre sorprendentes, por más que casi
nos la sabemos de memoria: Bienaventurados
los pobres que confían en Dios, bienaventurados
los que lloran, bienaventurados los
misericordiosos y los limpios de corazón y bienaventurados…” Y podemos
añadir también otro texto de San Mateo:
“Venid vosotros benditos de mi Padre…
Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui
forastero y me hospedasteis… enfermo y vinisteis a verme…
Pero sí,
queridos hermanos: Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos, de tantos
hombres y mujeres, -el Apocalipsis nos ha dicho que son miríadas y miríadas,
miles, innumerables.
Empecemos todos
por hacernos una pregunta: ¿Queremos, intentamos todos ser santos, ser santas?
No hablamos
solo de santos de altar: Son, cierto, los
santos y santas de altar, pero son, además y sobre todo, gente de la
calle, quizá vecinos y familiares nuestros que trabajan honradamente y se
sacrifican por sacar adelante la familia; matrimonios que se privan del ocio, para poder dar a los
hijos una formación humana y religiosa que los prepare para la vida; abuelos
que desembolsan sus ahorros en favor de
sus hijos que se han quedado en el paro… Y en otro campo de la de
nuestro vasto mundo: los misioneros y voluntarios que eligen vivir pobres con
los pobres, incluso arriesgando su salud y su futuro; y como vosotras, queridas
hermanas, que habéis elegido la clausura
y el silencio para dejar patente que la verdadera riqueza es Cristo, y que
viviendo en pobreza y ejercitando el amor fraterno, se puede ser feliz, con
temple para cantar y alabar a Dios.
Sí, es verdad,
no seamos pesimistas. La Iglesia vive y está animada por el Espíritu Santo: los
pobres son evangelizados, y las bienaventuranzas son un camino de felicidad.
Hoy y en nuestra sociedad lo han seguido y lo siguen muchos, muchísimos. Unos porque han conocido
a Jesucristo, han creído en él y en sus palabras, y se han esforzado seriamente
para seguirlo con la mayor humildad y radicalidad, otros porque escuchan la voz
de su conciencia, reconocen la dignidad y el respeto que merecen todos los
hombres y mujeres y, en el fondo, viven el espíritu de las bienaventuranzas y
el precepto del amor al entregarse al servicio de los prójimo necesitados del
bien y de la justicia.
Queridos
hermanos: Fiesta de Todos los Santos, fiesta de gozo y de triunfo. Ser santos y
santas está a nuestro alcance.
Demos gracias a
Dios en esta eucaristía: Hoy quedan
patentes el triunfo de Jesucristo, la
fuerza humanizadora de su Evangelio, la firme seguridad de que hay un camino de
felicidad verdadera ya en esta vida, y la alentadora esperanza de que Dios es fiel
a sus promesas y colma la felicidad de los santos en el cielo.
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