-Textos:
-Is 63, 16c-17. 19c; 64, 2
-Sal 79, 2ac y 3b.15.18-19
-1 Co 1, 3-9
-Mc 13, 33-37
“Lo que os
digo a vosotros, lo digo a todos: Velad”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Nos encontramos
en el primer domingo de Adviento. En
términos litúrgicos, hoy comenzamos un año nuevo. Comenzamos un tiempo
litúrgico fuerte, y de gran interés litúrgico y espiritual. Un tiempo fuerte en
el que la Iglesia nos prepara para la Navidad.
Nos conviene
tomar nota de la oportunidad que nos da
el Adviento: crecer en la fe, en la caridad y. sobre todo. la esperanza. Aquí,
en la celebración de esta misa dominical, hemos hablado varias veces del
sentido que tiene nuestra vida y hemos dicho una fórmula sencilla y fácil de
entender: “Venimos de Dios, vamos a Dios;
y de Dios a Dios, Jesucristo Camino, Verdad y Vida”. Esta fórmula, da
sentido a nuestra vida. No sé si advertimos suficientemente la fuerza para
vivir, trabajar, sufrir y gozar, que nos proporciona esta breve frase.
San Bernardo de
Claraval, en una de las lecturas del Oficio divino de la primera semana de este
tiempo de adviento dice otra frase para explicar el sentido del adviento, que,
además, ayuda también a descubrir el
sentido de la vida. Dice San Bernardo: “Conocemos tres venidas del Señor… En la
primera, el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre nosotros… En la
última (al final de los tiempos) contemplaremos todos y reconoceremos a Cristo
como Señor a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, solo la ven los
elegidos. Es como un camino que va de la primera a la última. En la primera Cristo fue nuestra
redención, en la última Cristo se manifestará como nuestra vida, en esta venida
intermedia Cristo es nuestro descanso y
nuestro consuelo".
Actualmente,
entendemos el adviento como un tiempo para preparar la Navidad. Es verdad, y
debemos poner el máximo interés en descubrir y vivir todas las facetas de carácter religioso que se encierran en el
misterio de esta fiesta. La primera, el tiempo de adviento bien vivido reafirma
nuestra fe en Jesucristo, hijo de Dios, que se hizo hombre y nació en Belén.
Pero también
debemos descubrir cómo el nacimiento de Jesús nos da la posibilidad de creer en él, de ser
hijos adoptivos de Dios, como nos ha sucedido en el bautismo y alcanzar como él
y por medio de él, una vida eterna y feliz. Todo esto encierra dentro de si
el misterio de la Navidad. El adviento es tiempo para redescubrir este misterio,
que, si lo vivimos de verdad, nos llena de alegría y llena de sentido nuestro
diario vivir. Sí, venimos de Dios, vamos a Dios y de Dios a Dios, Jesucristo
camino, verdad y vida.
¿Y qué podemos
hacer para vivir bien el adviento? Velar, sí, velar, que quiere decir, en
primer lugar, esperar al Señor como se espera a aquel que es mi camino, mi verdad
y mi vida. Velar es también, dar a la navidad un sentido religioso y cristiano:
Reconciliarnos con Dios en la confesión, participar en la eucaristía, compartir
en familia la fiesta en unión y amistad. Y contribuir económicamente a que
otros menos favorecidos, puedan disfrutar de una Navidad religiosa y solidaria
como la fe y la tradición de la Iglesia nos enseñan.