-Textos:
-Jon 3, 1-5. 10
-Sal
24, 4-5ª. 6-7cd. 8-9
-1 Co
9, 29-31
-Mc 1, 14-20
“Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en
el evangelio”.
Queridas hermanas benedictinas y queridos
hermanos todos:
Las guerras lejos de apaciguarse parece que cada día más enconadas en Europa y fuera de Europa, emigrantes, hombre, mujeres y hasta niños jugándose la vida cada día por llegar a los países más opulentos. En nuestro país muchos ciudadanos inquietos y desconfiados de cómo va la política.
En medio de los ecos de esta sociedad en la que vivimos resuena la Palabra de Dios, en el evangelio de hoy: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio”
¿En qué cosiste el Reino de Dios que anuncia Jesús? Jesús, apenas comienza su vida pública, en la
sinagoga de Nazaret dice: “El Espíritu de
Señor está sobre mí, porque él me, ha enviado a proclamar a los cautivos la libertad, y a
los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos. A anunciar el año de
gracias del Señor”. El Reino de Dios, en definitiva se demuestra en ese torrente de amor de Dios, nunca visto
hasta que Jesús, Hijo de Dios y de María llega a la tierra y comienza a ofrecer
y a poner en práctica un amor nunca visto ni imaginado hasta ese momento. Los
diez mandamientos, las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña, las Obras de
misericordia que expone el evangelio de San Mateo, en el capítulo 25, son
manifiestos que describen los rasgos más notables del programa del Reino de
Dios que expone Jesús.
En definitiva el Reino de Dios es Cristo mismo, su persona, y el amor que
demuestra y ofrece en sus dichos y sobre
todo con su vida presente en el mundo.
Este Reino que anuncia Jesús y que
será realidad completa y espléndida al final de los tiempos, pero está
ya en marcha entre nosotros.
El Reino de Dios está llegando, y la fuerza del Espíritu de Jesucristo
actúa en el corazón de muchos creyentes y de personas de buena voluntad.
Por eso, tiene sentido que nosotros también nos hagamos eco y tomemos muy
en serio la invitación de Jesús en la segunda parte de este evangelio: “Venid conmigo y os haré pescadores de
hombres”. Qué ejemplo el de Pedro, Andrés, Juan y Santiago: oyeron la
invitación de Jesús y dejándolo todo, le siguieron.
No podemos excusarnos. En esta sociedad de hoy, los cristianos lo primero
que tenemos que decir es que un mundo distinto y mejor es posible. Nosotros, por nosotros
mismos solos, no, pero, sí, si contamos
con Cristo y con el Espíritu de Cristo. Dios está entre nosotros y nos ofrece el Reino de
Dios, es decir, un proyecto de vida, fundamento y criterio de cualquier otro
proyecto humano, y la fuerza de su Espíritu para llevarlo a cabo.
A esto nos invita Jesús: “Venid
conmigo y os haré pescadores de hombres”.
Permitidme que termine con una alusión al ecumenismo. Estamos en el
Octavario por la unión de los cristianos. El Espíritu del Señor hará efectiva
la unión de los cristianos; es posible la unidad de todos los cristianos, si
nosotros nos comprometemos y trabajamos por la unión de todos los
cristianos. A este campo nos llama
también Jesús cuando nos dice hoy: “Venid
conmigo y os haré pescadores de hombres”.