-Textos:
-Is 55, 1-11
-Sal 12, 2-3. 4b-6
-1ª Jn 5, 1-9
-Mc 1, 6b-11
“Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco”
Queridas
hermanas y queridos hermanos todos:
Hoy termina
el tiempo de Navidad. Este domingo podemos ver a Jesús ya adulto, que comienza
la tarea, la misión para la que vino a este mundo: Anunciar el Reino de Dios.
Jesús
acudió al bautismo de conversión que
Juan el Bautista practicaba, no porque él necesitara convertirse, sino para
acercarse y encarnarse en el mundo de los pecadores. El plan de Dios es así, y
es muy importante que lo tengamos en cuenta, para que comprendamos al menos un
poco la estrategia de Dios, cuyos caminos no son nuestros caminos ni sus
pensamientos como los nuestros: El Verbo de Dios se hizo hombre, para salvar a
los hombres y se encarnó de la Virgen María; El Verbo de Dios se hizo pobre,
para salvar a los pobres, y nació en un establo en Belén; el Hijo de Dios, no
fue pecador, pero sí se puso en la cola de los pecadores, para que su mensaje fuera creído y aceptado por los
pecadores. Es una estrategia de encarnación que sólo el amor infinito de Dios es capaz de imaginar y poner
en práctica.
San Pablo
en la Carta a los Filipenses nos explica: “Jesucristo
siendo de condición divina se despojó de su categoría divina, haciéndose hombre
y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz”. Y añade, “Por eso Dios lo exaltó y le concedió el
nombre sobre todo nombre”.
Y así fue,
en la máxima muestra de humildad de Jesús, Dios revela la más clara
manifestación del misterio que encierra Jesús.
En la breve
escena que hemos escuchado en el
evangelio, San Marcos nos cuenta: “Bautizado por Juan en el Jordán, apenas
salió del agua, Juan vio rasgarse el
cielo. Es decir, a los habitantes de la tierra les quedó la posibilidad de
entrar en el cielo; y sigue contando el Bautista; “y vio al Espíritu Santo que bajaba del cielo como una paloma”; y
añade: Y se oyó una voz desde el cielo
que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco”.
Pongamos
atención, hermanas y hermanos: En dos líneas el evangelista Marcos nos
presentas a Jesús, al Espíritu Santo y a Dios Padre. Los máximos testigos
creíbles que se puede pensar, y la más clara definición de Jesús como Hijos de
Dios, es decir, Jesús es Dios, como son Dios, el Padre y el Espíritu Santo.
Pero
todavía he de deciros algo muy importante: ¿Qué sintió Jesús en esos momentos?
Jesús salió de las aguas del Jordán convencido de que su Padre Dios le pedía y
le enviaba a que cambiase radicalmente el rumbo de su vida: que dejase su vida
de obrero en Nazaret, y que como Hijo de Dios, comenzase su vida pública de
Mesías de Dios, el Hijo de David que inauguraba el cumplimiento de las promesas
de Dios, el tiempo nuevo y el mundo nuevo.
Los
entendidos dicen que Jesús salió de las aguas del Jordán con un objetivo claro
y una decisión inquebrantable: A partir de ese momento el objetivo de Jesús iba
a ser: Cumplir la voluntad de Dios. “Si me alaban, yo la voluntad de mi Padre, si me apedrean y
quieren despeñarme, yo la voluntad de mi Padre, si me aclaman porque multiplico
los panes, yo la voluntad de mi Padre. Y cuando llegan los momentos terribles, en
la oración de Huerto de los Olivos: “Padre, si es posible pase de mí este
cáliz, pero no, hágase tu voluntad y no la mía”.
Queridos
hermanas y hermanos, mirad si no fue importante el Bautismo de Jesús. Muchas
consecuencias se pueden extraer para nosotros. Pero de momento, lo primero y
más noble es dar gracias a Dios, que nos dio a su Hijo en Navidad, y nos lo
presenta hoy para que creamos en él.
Estos es lo
que vamos a hacer en la eucaristía.