-Textos:
-Is 52, 13-53,
12
-Sal 30, 2 y 6.
12-13. 15-17 y 25
-Heb 4, 14-16;
5, 79
-Jn 18, 1-40.
19, 1-42
“Mete la
espada en la vaina. El cáliz que me ha dado el Padre, ¿no lo voy a beber?
Queridas
hermanas y queridos hermanos todos:
Tarde del
Viernes Santo: Estamos invitados a poner
los ojos en Jesús crucificado, en la
Cruz de Cristo. La vamos a mirar desde la fe y pidiendo a Dios y al Espíritu de
Dios, que esta mirada de fe penetre en lo más íntimo de nosotros, en nuestros
sentimientos y más aún en nuestra alma y en nuestro corazón.
Mirando a Jesús
nos viene a la memoria la experiencia de Santa Teresa de Jesús, que nos la
cuenta en el libro de su Vida: “Pues ya
andaba mi alma cansada y aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres
que tenía. Acaecióme que entrando un día en el oratorio, vi una imagen que
había traído allí a guardar… Era de Cristo muy llagado y tan devota, que en
mirándola todas me turbó de verle tal , porque representaba bien lo que pasó
por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas
llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe él con
grandísimo derramamiento de lágrimas…”.
Fue para santa Teresa una experiencia
del todo singular. Esta tarde miremos a
la cruz y a Cristo crucificado y pidamos al Espíritu Santo nos dé una
experiencia semejante a la de Teresa de Jesús. Somos bautizados y todos tenemos
la posibilidad de aumentar nuestra a fe. Benedicto XVI dice una de sus Cartas:
“No se comienza a ser cristiano por una
idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona –Jesucristo-
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
Hermanos y
hermanas miremos y abracemos esta tarde a Cristo crucificado: que aumente
nuestra fe.
Este relato
precioso y muy conocido que escuchamos todos los años en la tarde del Viernes
Santo, tiene una sorprendente peculiaridad: No subraya tanto los sufrimientos
que padeció Jesús durante su pasión y muerte, como la bondad, la serenidad y
fortaleza que refleja en todos los trances tan dolorosos que está pasando. Y en
el Huerto de los olivos, ya lo hemos visto, dice a Pedro: -“Mete la espada en la vaina. El
cáliz que me ha dado el Padre, ¿no lo voy a beber? Jesús va libremente a la
pasión, y renuncia a cualquier recurso de violencia o de poder. Ante Pilato,
que pregunta: “¿Luego tú eres Rey?” Jesús responde con verdad y con entereza: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido
y para esto he venido al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de
la verdad escucha mi voz”. “Y antes
del último suspiro, dice con un convencimiento y una paz admirables: “Está
cumplido, en el sentido he hecho todo lo que el Padre me ha mandado”. E, inclinando
la cabeza entregó su espíritu”.
Hermanas y
hermanos: ¿Qué es lo que da lugar a que Jesús muera con esta lucidez y
serenidad que nos revela la pasión de san Juan?- Dos notas que definen la
personalidad de Jesús y lo caracterizan: Primera y principal,: Cumplir la
voluntad de su Padre Dios. El Padre y yo
somos uno, lo que el Padre quiere eso hago, he venido para cumplir la voluntad
de mi Padre”. Son declaraciones de Jesús a lo largo de su vida pública. Y
la segunda nota que lo caracteriza es el amor a los hombres hasta el extremo: “Habiendo amado a los suyo que estaban en
el mundo, los amó hasta el extremo”.
Saquemos
también ahora importante norma para nuestra vida: Mirando al crucificado: Creer
con fe verdaderamente cristiana, es tener la firme certeza que intentar cumplir
en todo y siempre la voluntad de Dios es el camino de la verdadera y eterna
felicidad. Y que la voluntad de Dios consiste en amar al prójimo como nos amó y
nos amas Jesús. Hasta el extremo.
Esta tarde: al
besar y adorar la cruz, podemos decir
con todas nuestras fuerza: “Gracias, Señor. Mi cruz junto a tu cruz. Sin ti no
puedo nada, pero contigo, “Hágase en mí la voluntad de Dios”, Padre tuyo y
Padre mío”.