-Textos:
-Dt
4, 32-34. 39-40
-Sal
32, 4-6. 8. 18-20.22
-Ro
8, 14-17
-Mt
28, 16-20
“Contemplando tu rostro aprendemos
a decir: ¡Hágase tu voluntad”: Queridas hermanas benedictinas y queridos
hermanos todos:
Celebramos hoy el domingo de la Santísima Trinidad y la jornada “Pro Orántibus”,
es decir por las comunidades contemplativas, por vosotras, queridas hermanas,
que por especial llamada de Jesucristo encontráis el sentido de vuestra vida
dando una preferencia singular a la
oración.
Vuestro padre, san Benito, en la Regla que os
dejó allá en el siglo sexto dice: “No anteponer nada al amor de Cristo”.
Los grandes santos han sido inspirados por el Espíritu Santo para
llevarnos a lo esencial, a lo que verdaderamente es lo primero y lo importante.
Porque ellos han escuchado y meditado la Palabra de Dios en textos como los que
hoy nos sirve nuestra Madre la Iglesia en la liturgia: “Reconoce, pues, hoy, dice la primera lectura, y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en
el cielo y acá abajo, en la tierra; no hay otro… Guarda los mandamientos… para
que seas feliz…”.
Hermanos: Sólo cuando Dios es Dios en nuestra vida, nuestra vida
discurre en paz y serenidad. Porque Dios lo primero que nos dice es que seamos
libres y que le sigamos en libertad y
responsabilidad, por amor a él y al prójimo. Pero cuando ponemos alguna cosa,
como ídolo y objetivo principal de la vida, –dinero, comodidad, sexo, prestigio,
poder-, en lugar de Dios, estos ídolos nos esclavizan y arrastran a excesos que solo nos producen vacío, infelicidad
y desgracia, a nosotros mismos y a cuantos nos rodean. ¿Cómo se explica, si no,
que gentes que nadan en dinero, por ganar más, cometan desmanes contra la ley y
contra la sociedad, hasta acabar en los tribunales?
Sólo cuando Dios es Dios en nuestra vida, nuestra vida discurre en paz
y libera nuestra libertad en beneficio nuestro y de los demás.
Y esta es una de las misiones que los contemplativos, monjes y monjas,
aportan a la Iglesia y a la sociedad: decirnos que Dios existe; y que, si existe, Dios tiene que ser el primero en
la vida de cada uno. Y que, cuando Dios es realmente el primero, Dios nos hace
felices y nuestra vida va bien. Aquí estáis vosotras, hermanas, testigos
luminosos indicadores apuntando a Dios y apostando por Dios, y con temple para
vivir toda una vida, trabajando y cantando, en fraternidad y familia. Es
verdad, hacer la voluntad de Dios es nuestra felicidad. Vosotras sois testigos.
“Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre todopoderoso, en la
unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”. Esta aclamación de
alcance trinitario es el resumen de toda la plegaria eucarística, es la manifestación
más espléndida del misterio trinitario de Dios, revelado en Cristo: Padre, Hijo
y Espíritu Santo, y es la confesión más acertada de nuestra fe y de nuestra
vocación cristiana. Y Jesucristo, camino, verdad y vida.
Celebremos la fiesta de la Santísima Trinidad, celebremos la jornada
de la Vida Contemplativa, y salgamos a la calle con la encomienda que nos hace
Jesucristo en el evangelio: “Id y haced
discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”. Porque “Sólo
Dios basta”.