-Textos:
-Hch 2, 1-11
-Sal 103, 1ab. 24ac. 29b-31.34
-Ga 5, 16-25
-Jn 15, 26-27; 16 ,12-15
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos:
¿Cómo se explica que habiendo una mayoría tan
aplastante de personas bautizadas, el ambiente, las corrientes de opinión y de
pensamiento sean tan paganas en nuestra sociedad?
Domingo de
Pentecostés, cumbre y corona de la Pascua: Jesucristo, que ascendió triunfante
a los cielos, envía a los suyos el Espíritu Santo prometido. La Iglesia animada
por el Espíritu, comienza su andadura, su expansión y su misión. Es fiesta del
Espíritu Santo, sí; pero es fiesta también de la Iglesia. El Espíritu santo,
que es su alma, le quita los miedos, la
entusiasma y la impulsa a anunciar el evangelio.
Recojamos
algunos mensajes que encontramos en las lecturas: El primero es el entusiasmo: “Quedaron llenos del espíritu santo y
comenzaron a hablar lenguas extranjeras”. Los discípulos se sentían
acobardados, estaban con las puertas cerradas. Pero irrumpe el Espíritu y
comienzan a hablar con tal entusiasmo que algunos consideran que están bebidos.
Pero, no, están llenos del Espíritu Santo. Recordemos que todos hemos recibido
este mismo Espíritu en el bautismo y en la confirmación.
El evangelio
recoge otro mensaje, el encargo misionero: Como
el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. El don, la asistencia y
la fuerza del Espíritu son para la misión. Jesús, de forma expresa y solemne, da
competencia y autoridad a sus seguidores para que anuncien el evangelio. Y lo
sabemos muy bien, todos los bautizados hemos recibido este encargo.
Y aún debemos recoger un tercer
mensaje: “A quienes perdonéis los pecados
les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. El perdón de
los pecados es una expresión equivalente a la salvación que ofrece Dios a los
hombres. La
misericordia y el perdón constituyen un
juicio que la Iglesia está invitada a realizar, rechazando el pecado, denunciando
todo lo que se opone a la voluntad de Dios, y recogiendo al pecador arrepentido
que se fía de la palabra de Jesús.
Queridas hermanas y queridos hermanos, todos: somos
seguidores de Jesús resucitado, somos bautizados, hemos recibido el Espíritu Santo
en el bautismo; tenemos una misión, que a la vez es un don y una tarea
apremiante: anunciar a todos que hay perdón para los pecados; anunciar el
Evangelio de la misericordia; anunciar que el hombre de hoy, como el de todos
los tiempos, se encuentra ante una opción decisiva: o aceptar o rechazar la salvación
de Dios.
Cómo se explica que habiendo una mayoría tan
aplastante de personas bautizadas, el ambiente, las corrientes de opinión y de
pensamiento sean tan paganos en nuestra sociedad? Hoy, más que nunca son necesarios seglares
cristianos presentes y activos en la sociedad, llenos de la fuerza del Espíritu
Santo y conscientes de su competencia y de su tarea
Es el mensaje especial que hoy vamos a presentar en el
altar al participar en la eucaristía.