Textos:
-Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48
-Sal 97, 1b-4
-1 Jn, 7-10
-Jn 15, 9-17
“Como el Padre os ha amado, así os he amado yo:
permaneced en mi amor”. Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos: Sexto domingo de Pascua y domingo
en que celebramos la Pascua del enfermo.
Dos palabras se repiten varias veces en el evangelio que hemos
escuchado, “amor” y “perseverar”. De amor hablamos todos, pero ¿Qué entendemos
por amor? Si preguntáramos a cada uno, encontraríamos, sin duda, respuestas muy
diferentes y hasta contradictorias. Pero nosotros, los cristianos tenemos una
respuesta clara, segura y verdadera a esta pregunta: ¿Amor? –El de Cristo; ¿Amar?
–Como Jesucristo.-
Y ya conocemos como ama Jesús, cómo nos ama Jesús: Recordar al Buen
Samaritano. Lo recoge, lo lleva a la posada…”Curadlo y a la vuelta lo pagaré todo”;
recordar a la pecadora perdonada: “Nadie
te condena? –No. “Yo tampoco”.- “Anda y no peques más”. Y el Hijo pródigo: “Padre he pecado contra el
cielo y contra ti”. Y el padre: “Vestidlo, ponedle las sandalias y matad el
ternero cebado…Este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y colgado
de la cruz: “Perdónales, porque no saben
lo que hacen”.
Pero, ¿podemos amar como ama Jesucristo? –Sí, si amamos apoyados en
Jesucristo, confiamos principalmente en Él, y después poniendo de nuestra parte
todo lo que sabemos y podemos. Este es el milagro de la fe en Jesucristo, podéis amar a Dios y al prójimo como Dios nos ama.
Para llegar a esto, Jesucristo nos dice esta mañana: “Permaneced en mi amor”. Y añade: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”. Permanecer,
varias veces repite Jesús estas palabras. En boca de Jesús, permanecer no
quiere decir quedarnos quietos y cómodamente acomodados en unas prácticas
religiosas rutinarias, que nos hacen sentirnos buenos. Permanecer, en la mente
de Jesús, es cumplir los diez mandamientos y las bienaventuranzas, y
aquella catequesis que nos dio cuando
pronunció la parábola del juicio final: “Venid
vosotros benditos de mi Padre…porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve
sed y me distéis de beber…, estuve desnudo y me vestisteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Estas son las consignas más importantes para permanecer en el amor de
Dios Padre y de Jesucristo. Y Dios Padre y Jesucristo, a través del Espíritu
Santo quieren y están comprometidos a ayudarnos para que podamos ponerlas en
práctica.
Queridos hermanos todos:
Nuestra vocación es el amor. Amar y ser amados es el latido más hondo y propio
del corazón humano. Amar y ser amados, como nos enseña Jesús, nos hace felices.
Pero el amor es tarea, es el trabajo de cada día. Pero no tengáis miedo,
Jesucristo está de nuestra parte, y con Él, Dios nuestro Padre y el Espíritu
Santo.
Y permitirme sólo una alusión a la Pascua del enfermo, que hoy
conmemoramos: El lema de la campaña de este año nos dice: “Dar esperanza en la tristeza”. El primer cuidado
del que tenemos necesidad en la enfermedad es
el de una cercanía llena de compasión y ternura. El próximo año 2025, tendrá
lugar, Dios mediante, el Jubileo de los enfermos, bajo el lema de “Peregrinos
de la esperanza”.
Cuanto nos dice el evangelio de esta
mañana es el fundamento para que nos dispongamos a vivir y celebrar esta
Pascua del enfermo y prepararnos para el Jubileo del año próximo.