-Textos:
-Gn 3, 9-15
-Sal
129, 1b-8
-2 Co
4, 13-5, 1
-Mc
3, 20-35
¿Dónde estás?
Esta sociedad
ha perdido la capacidad de entrar en el fondo de la existencia, vive en la
superficialidad. El hombre de hoy se resiste a la profundidad. El Concilio, sin
embargo, afirma que nadie puede escapar a preguntas como ¿De dónde vengo a
dónde voy? ¿Qué sentido tiene mi vida?
Sin embargo
estas preguntas nos llevan, nos exponen al encuentro con Dios y al encuentro
verdadero con las personas (marido, mujer, amigos…) Hoy: Dios mismo, nos
pregunta: ¿Dónde estás?
En el
evangelio, Jesucristo trata de varios temas, insiste sobre todo en la familia: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”.
No
debemos interpretar como que desprecia los lazos de sangre. Es ha venido a
proponernos el Reino de Dios. El Reino de Dios es la irrupción nueva y más
intensa y generosa del amor de Dios en
el mundo. A este acceso novedoso se llega mediante la fe firma en Jesús. “Jesús es el camino, la verdad y la vida”.
Esta realidad da lugar a que todo lo humano, toda la creación, el matrimonio,
las relaciones de amigos, el modo de llevar los trabajos y los negocios, el
modo de afrontar los fracasos, o las enfermedades, todo pueda quedar impregnado
y revestido de un amor de Dios, cualitativamente nuevo, mucho más intenso, rico
y poderoso.
Amar,
amar como nos amó y nos ama Jesús.
Cuando
tenemos fe verdadera los lazos humanos quedan transformados, enriquecidos y con
una capacidad de proporcionar felicidad en nosotros y a nuestro alrededor.
La
familia de Jesús, la primera la Virgen María, desde el día que dijo sí al
ángel, pudo amar a su prima Isabel, a su Hijo, Jesús, que se va de casa
anunciar el evangelio, a adquirir una confianza nueva con Jesucristo y atreverse
a decir a los discípulos algo distinto de lo que había dicho Jesús: “Haced lo que Él os diga”, a seguirle
hasta el pie de la cruz. Le amaba con
amor natural, sí, pero ese amor natural era enriquecido con el amor que
se adquiere cuando se bebe en las fuentes de Reino de Dios, cuando se creé en
Jesús y se sigue sus consignas y sus mandamientos.
“El
que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Dejad
que os repita: Creer es estar firmemente convencido que la voluntad de Dios es
nuestra felicidad. Que vivir tratando de cumplir en todo la voluntad de Dios
nos hace felices y nos da acceso a una
felicidad eterna, que ni la muerte puede con ella.